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En cierto lugar vivían dos indios, cada uno casado con la hermana del otro. En la noche oyeron el silbido de Kanaima, que, según parecía, andaba rondando la casa con ánimo de coger a alguno. Una de las mujeres con codo sigilo se bajó del chinchorro y se puso a hilar algodón. De nuevo silvó el Kanaima: soé, soé! La india abrió la puerta como para arrojar las semillas, y vio al Kanaima escondido detrás de un árbol. Entonces hablando en voz alta para disimular la intención, dijo a su marido: Aquí hay un ratón que me está comiendo las semillas de algodón, ven a flecharlo. El marido dio un salto del chinchorro, agarró su arco y se acercó a su mujer; ésta le dijo al oído: El Kanaima está ahí detrás de ese palo, fléchalo. El Kanaimaestabaobservando, engafi.ado, en qué paraba aquella escena; cuando he aquí que recibió un flechazo en la frente. Protegido por la oscuridad de la noche, se fue corriendo a su rancho; para ocultar lo sucedido dijo a su madre que estaba flechando un tucán y que la flechase le habíadevuelto y le había herido en la frente. Al ser de día la india fue a casa de su madre y encontró a su hermano enfermo, su mamá le explicó que tratando de flechar a un tucán se había herido a sí mismo. Ella regresó a su casa y se lo contó a su marido. Este sospechó que él podía ser el Kanaima de la noche y fue a ver a su cufiado; quiso verle la herida, pero se resistía a mostrársela; entonces sospechó aún más y a la fuerza le arrancó la venda. Aún tenía la flecha clavada; entonces reconoció que era la suya y sacándosela con violencia le dijo: "Esta flecha es la mía, no estabas flechando tucanes, quisiste hacer de Kanaima y esto ce sucedió para que aprendas otra vez". Y baste con lo dicho, pues nos advierte el refrán que "intelligentibus, pauca". (En: Venezuela Misionera, N° 44. Caracas, septiembre de 1942, 222-224). LOS CRIMENES DE LA GRAN SABANA Y LOS .KANAIMAS CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE TRAPECIO Y EKAREMENIN SOBRE ESTA MATERIA (1) Caracas, mayo de 1958 Reverendísimo Padre Misionero: Paz y bien. Había resuelto no escribirle, ya que sé lo muy poco amigo que es de recibir cartas y lo mucho menos que es aún de escribirlas; eso no obstanteme he decidido a ello y los motivos los verá más adelante. He recibido tres cartas, y las tres casi al mismo tiempo, de nuestros antiguos amigos de excursión por tierras sabaneras: Chikerenté, Maripaimá y Champaní; todas ellas me vienen a decir lo mismo: que dos atrevidos indios habían dado muerte al mayor enemigo, al temible Kanaima Chankón, a una hija suya, a un nieto y a una nieta; y que después de estos hechos delictuosos, otros indios habían 140

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