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vocabularios de las tribus son relativamente escasosy conformes, por ley de naturaleza, con sus necesidades y costumbres, en genera/bárbaras y limitadas. 18 En 1975, cuando Fray Cesáreo de Armellada presenta la primera edición de su Literaturas Indígenas Venezolanas, alerta a los lectores acerca del hecho que: hace40o50años en Venezuela existía una idea muy vagay confosa de que los distintos grupos indígenas hablaban algunas lenguas, que generalmente se denominaban dialectos y con una connotación sumamentepeyorativa. 19 No puede resultar extrafio, entonces, que en el capítulo: "Las palabras mágicas", de Canaima, se emita un juicio bastante cercano al de Julio Calcafío (1897), cuando al transcribir el siguiente párrafo podemos leer: Palabras indígenas, sugestivas palabras de bárbaras lenguas tendidas sobre tierras misteriosas, aquellas denominacionesgeogrdficas de rlos, cañosy montes teníanpara su imaginación una mdgica virtud. 20 Poco podría exigirse a un narrador que, el afio 1931, visita su próxima "locación", la de su discurso narrativo, durante -sólo--veinticinco días. No podía conocer, como hoy, las clasificaciones de las lenguas indígenas, sus mitos o "héroes culturales", los "seres fantásticos" o, las realidades, de estos grupos que, apenas, eran estudiados y explorados, por aquellos afíos, en nuestro territorio, tal y como lo hemos comprobado por medio de la cronología histórica presentada en las Notas 14, 15 y 16 de esta Introducción. Gallegos, más bien, y a nuestro parecer, hizo mucho -específicamente en Canaima, motivo de nuestro estu– dio- al presentar, desde el "Pórtico", un testimonio de la realidad indígena de la región; inclusive, de confundir palabras, con una grafía que correspondía - sobre todo-al"oído" de informantes que, quizás, no conocían, fehacientemen– te, ni el significado, ni el sonido de los pleremas que, en una minuciosa lectura, podemos encontrar hoy. Decíamos que, desde "Pórtico", encontramos lapresenciadelos "guaraúnos del bajo Orinoco" (p. 9), que, en el capítulo: "Guayana de los aventureros", reconoce la existencia de "inmensas regiones misteriosas (...) las del aborigen 18 Citado por Armellada. Ibid., 72 y s. (Cursivas nuestras). 19 "Palabras de presentación», 9. 20 Canaima, 93 (Cursivas nuestras). En adelante, al transcribir textos de la novela, se colocará la página de donde fue tomada, al final de la cita. Debe resaltarse, también, el reconocimien– to, por parte del narrador, de la deuda que tenemos, quienes habitamos en esta tierra, con los aborígenes, los autores de esos nombres tan sonoros, y connotativos, de nuestra toponimia. 128
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