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cada vez más para fomentar en los fieles una vida li– túrgica e interior. (Se recomiendan sobre todo las va– rias formas de apostolado litúrgico y los ejercicios ,es, pirituales cerrados). Con especial empeño debemos procurar evitar aquella excesiva actividad natural que fatiga el cuerpo y el espíritu y que puede expo– ner al mismo. Sacerdote a perjudiciales desviaciones del recto camino, perjudiciales para. él mismo y para la Iglesia y hacer' (añadimos nosotros) totalmente es– téril el mismo apostolado. xxr· liemos de procurar con el mayor empeño el no . perder la popularidad de que _gozamos, la cual nos :~· hace más aptos que otros para ejercer el apostolado en los momentos actuales, estimándola como una san– tn herencia de nuestros Padres; más aún, debemos aume.ntarla. Y esto ocurrirá si nuestro apostolado si– gue siendo inspirado por aquel espíritu de caridad que nos haga atacar fµ:ertemente al error, mientras amamos con amor sincero y verdadero al que yerra. Pero además, se ha de procurar el no abusar de esa popularidad, lo cual sucedería .si quisiéramos aprove– charnos de ella. para conseguir para nosotros ventaj¡;¡s o lucros temporales, pues ello acarrea sumo quebran– to a la eficacia de cualquier apostolado, ya que el verdadero apóstol no debe buscar sus propios intere– ses, sino los de Dios. XXII • No se tomen, sino excepcionalmente, aquellos mi- nis_terios y actividades que apartan al religioso con frecuencia de los ejercicios de Comunidad acostum– brados, más allá de los límites previstos por las Cons– tituciones o legítimamente introducidos por una cos– tumbre laudable. Y si esto nq, se hace segúri la norma establecida más arriba (n. XVII), quede siempre asegurado el que a los religiosos que se dedican' a 19

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