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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL. UNA ESPIRITUALIDAD QUE QUIERE ALCANZAR A DIOS 821 mos, como estrechamente relacionados con las otras criaturas en una comu nidad de vida; en una comunidad en la que cada criatura tiene un valor pro pio y único ante Dios. La creatividad humana está de manera humilde frente a las otras criaturas, respetando sus derechos de existir y de mejorar; empe fiándose en su conversión y maduración. A un nivel más profundo, una posición parecida —humana— frente al resto de las criaturas y de la creación supone y significa también la atención a la sabidurí a, como una forma única de conocimiento, que no trata de con trolar o dirigir, sino que respeta el misterio del otro. Es una forma de cono cimiento amoroso que comporta, a un mismo tiempo, humildad y sorpresa ante el mundo natural. Conlieva también la necesidad de amar a las criaturas que Dios ama. Creer que, también habla por medio de ellas. Supone reconocer la finitud humana ante el misterio de Dios y el misterio de la creación. Es, precisa mente, la actitud que encontramos en Job, cuando Dios se le presenta como tormenta y desde ella le habla. En cuanto llamados a cultivar y custodiar la creación, los seres humanos son parte de ese despliegue de la creación; llamados a participar responsa blemente del dinamismo continuo de la creación. Estamos í ntimamente li gados a las formas de vida de nuestro planeta, a la atmósfera, a la tierra y a los océanos. Nuestra existencia está comprendida por el misterio de Dios revelado en toda la variedad de las criaturas que nos rodean. Unos y otros somos parte común. Hemos sido creados del universo y, en cuanto tales, hechos a imagen de Dios y en parentesco con toda su obra creadora de nues tro planeta y llamados a cultivar y custodiar la tierra y todas sus criaturas. San Buenaventura, siguiendo a san Francisco, lo expresó en un lenguaje escolástico, pero que tiene especial interés: “Hay dos libros a saber: uno escrito dentro, que es arte y sabidurí a eterna de Dios, y otro escrito fuera, es decir, el mundo sensible... Y como en Cristo concurren a la vez la Sabidurí a eterna y su obra en una persona, se le llama libro escrito dentro yfuera para la reparación del mundo”48. No podemos olvidar que la técnica no ejerce violencia sobre la naturale za, pues es prolongación de la misma. Así lo vemos cuando el rí o mueve la rueda del molino o la vidriera tamiza la luz del sol... El tiempo discurre en ritmos marcados por la naturaleza y, a ellos, se adecúa la vida de los hom bres. El discurso del hoy ecológico ha de estar determinado por la co-perte nencia, el equilibrio y el respeto ante lo cotidiano de la vida. MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ, OFMCAP Universidad Pontificia de Salamanca 48. S. Buenaventura, Breviloquio [II, XI,2], 281.

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