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820 MTGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ ruptura existe, se impone recuperar la idea bí blica, por su potencia y expre sividad, reconociendo que toda criatura —a su manera— prefigura y refleja a Dios. Aunque la Biblia y la tradición cristiana usan la expresión ‘imagen de Dios’ en relación con el hombre, esto no obsta para que podamos tener pre sente y comprender toda la obra de la creación: la diversidad de la vida sobre la tierra y la automanifestación de Dios, así como la creación como representación de Dios. Cualquier ser vivo, hasta una simple florecilla en su delicada belleza, puede ser considerada —desde su modo particular y propio— como una auto- manifestación del Creador y, por lo mismo, como imagen de Dios. Aunque no la única posible. En el Nuevo Testamento Jesucristo es visto como la imagen de Dios. Pablo habla de Cristo como de la “imagen de Dios” (2 Cor 4,4) y contempla a los otros hombres como conformados por la gracia a dicha imagen (Rom 8,29; 1 Cor 15,49; 2 Cor 3,18). El himno de Colosenses celebra a Cristo como la “imagen de Dios invisible” (Col 1,15). Jesús es el verdadero icono, en el que todas las cosas han sido creadas y reconciliadas. El Resucitado, en cuanto verdadera imagen de Dios, es el primogénito de todas las cosas en la creación. De esta manera, el concepto imago Dei trasciende al propio hombre, pu diendo aplicarse también al Cristo resucitado. Aparece como la imagen ver dadera en la cual todas las criaturas encuentran la vida nueva. Supone un significado universal. Cristo Jesús es la imagen de Dios, no solo para los seres humanos, sino para todas las criaturas. En El la reconciliación de todas las cosas ya ha comenzado. Los seres humanos han sido hechos a imagen de Dios, en el sentido de que han sido creados para un amor interpersonal; entendiendo por ello a toda la obra de la creación. Lo peculiar y explí cito del hombre es la dimen sión personal y relacional; lo que lleva al hombre en la vocación a ponerse en relación con las demás criaturas, como hace Dios. El hombre, por ello, ha de dar gracias a Dios en nombre del resto de la creación. Ser creados a imagen de Dios implica: amar y respetar la integri dad de toda criatura: con amor y respeto —a la manera de Dios—. A nosotros nos corresponde buscar soluciones; curar las heridas infligidas a la tierra y a sus criaturas —humanas y no humanas—. A nosotros, valiéndonos del lengua je y la intuición bí blica nos toca “cultivar y custodiar” (Gen 2,15), las bue nas cosas de la creación. Cultivar y custodiar puede incluir los diversos modos en que la creativi dad humana se usa para el bien de la comunidad de vida en la tierra. Implica no solo el cultivar, con atención, las prácticas de la tierra, sino también el ser jardinero, cocinero, construir, pintar, hacer ciencia, enseñar, proyectar, ejercitar actividades polí ticas y muchas otras actividades creativas. Implica, por lo mismo, que las relaciones se mueven en los parámetros de una con versión; en la cual los seres humanos comienzan también a verse, a sí mis-
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