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EL CÁNTICO DEL HERMANO SOL. UNA ESPIRITUAUDAD QUE QUIERE ALCANZAR A DIOS 811 La luna aparece y resulta como el encanto de la noche, que se completa con las estrellas y el firmamento, después de la luz y el calor que irradia el sol. La calidez profunda que acompaña a los hombres, es algo que se lleva en el corazón, algo que pertenece a la noche de los tiempos y que supone siempre calma, esplendor... pero habla también de la delicadeza de ese, que es capaz de penetrar en lo más profundo del hombre, permitiéndonos entrar en lo más propio. La noche, de alguna manera, remite a ese mundo interior presente en todo hombre, ese mundo que ha de ser purificado y que nos hace singulares, permitiéndonos estar en comunicación con Dios. Por su parte, las estrellas, con su esplendor proclaman un canto a otras formas de belleza... nuestros ojos contemplan las estrellas... sorprendidos por esa sensibilidad y grandeza. Pero, en este caso, y a diferencia del sol, su función no es principalmente la de iluminar, sino la de hacerse ver y provo car la admiración. Al mismo tiempo, es verdad que son cristalinas, pero no como al nivel del agua... y preciosas... Refieren, y esto es profundamente importante, a la belleza de algo que no puede ser comprado. En los textos latinos contemporáneos de la época, un adjetivo, repetido tantas veces, es algo que se refiere exclusivamente a Dios creador, mientras que las criaturas se enumeran, a través de situaciones retóricas estructuradas especialmente en el paralelismo adicional. La novedad compositiva más lla mativa del Cántico viene dada por la adjetivación referida a las criaturas. Posiblemente Francisco tuviera presente la parábola en la que Jesús nos habla de una perla preciosa, que lleva a venderlo todo para comprarla. Poner en El nuestro tesoro, que es su amor. Así , como el buscador de la parábola, que con el corazón alegre se la lleva a su casa y la luz que de ella dimana transforma la vida. En este sentido, la alegorí a de la belleza es algo que no puede ser comprada —al igual que la de dama Pobreza— tiene un valor espe cial, pues rompe con las dinámicas de nuestro mundo, que es capaz de espe cular con todo... el Altí simo, desde su genialidad de artista, no tiene medida a la hora de dar belleza. — El viento, el aire y todo tiempo Loado seas, mi Señor, por el hermano Viento, ypor elAirey el nublado y el sereno y todo tiempo por el cual a tus criaturas das sustento. No olvidemos, como ya dijimos, que Francisco evoca la sinfoní a de la creación del libro del Génesis. Y, en este sentido, la mano de Dios es como el viento. Empuja y guí a a quien se abandona en El. Es caricia y comodidad, fuerza y apoyo. Es, también, la búsqueda de seguridad que todos necesita mos. Un viento que también remite a las opciones de Francisco y, particu larmente, a la pobreza, que implica abandonarse en Dios. Dios es la riqueza auténtica y, por eso, no tiene nada que temer.
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