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16 M iguel A nxo P ena G onzález hombres de letras. Estos, a lo largo de un proceso histórico que tendría su momento álgido en el Renacimiento, habían descubierto la importancia de la recuperación del estudio y el cultivo de los clásicos antiguos; lo que se en- tendía como una manifestación de humanismo. Los humanistas considerarán que, con el conocimiento –en particular– de las lenguas de los clásicos, se con- seguía incorporar todo el saber que estaba vertido en el universo cultural que representaba la misma lengua. Un ejemplo de esta sensibilidad se encuentra en el mismo Nebrija, que así entiende la relación con la lengua originaria del Lacio, en la comprensión que de ella había hecho también Lorenzo Valla. 32 De esta manera, el mundo clásico aparece como paradigma de una nueva socie- dad, que intenta aprender de los errores de épocas pasadas, por lo que no se trataba simplemente de la defensa emergente de la síntesis de las armas y las letras, sino que proyectaba una mirada mucho más amplia, que hacía referen- cia igualmente a un interés contemporáneo. 33 El saber medieval que estaba sustentado en las disputas y la argumentación de la quaestio respectiva, venía ahora confrontado por una lectura de corte globalizante, donde se quería superar una visión profundamente atomizada. Para ello, consideraban que era necesario volver a un lenguaje preciso y con- creto. De tal suerte que, frente al lenguaje técnico y abstracto, se presentase una lengua definida y comprensible, que tuviera siempre como referente per- manente la experiencia, la literatura y la historia. El uso de dicha lengua, de esta manera, pasaba de ser un mero instrumento a convertirse en una herra- mienta. No era una novedad, pues ya desde Petrarca se tenía como referente la recuperación de los clásicos, aunque esto fuera orientando en un sentido concreto. Ahora, aquellos que se dedicaban a la tarea del conocimiento y or- denamiento de la misma, los gramáticos, podían ocupar un papel mucho más influyente en la sociedad. Pero ese amplio mundo que es el Humanismo no era homogéneo, sino que contaba con matices peculiares y propios, incluso en la península itáli- ca. En síntesis, podríamos hablar de una tradición que se orienta más en el cultivo de los clásicos propiamente dichos, en un afán selectivo y erudito de la lengua latina y de la selección de autores. Estos optarán por utilizar a los más sobresalientes del tiempo clásico, proponiéndolos como paradigma. Con estos primeros, coincide un segundo grupo, con una mirada más amplia y di- dáctico-moral, que tomará también en consideración a los autores cristianos, aunque estos no fueran de la época clásica. El detalle resulta profundamente significativo, ya que el acento no estaba orientado exclusivamente sobre la 32 Fontán, “Humanismo y humanistas”, 18. 33 Guido M. Capelli, El humanismo italiano. Un capítulo de la cultura europea entre Petrarca y Valla (Madrid: Alianza, 2007), 25.

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