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14 M iguel A nxo P ena G onzález En 1520-1521 se encontrará entre aquellos que apoyan el alzamiento de las Comunidades que, en el caso de la Universidad, podría tener una vinculación directa de que el césar Carlos les hubiera confiscado, en 1518, cincuenta mi- llones de maravedíes que el fundador había legado al Colegio y a la Magistral de Alcalá. 22 Esto, lejos de colocarlo en una situación complicada frente al emperador, es elegido juez-arbitro para poner paz en el conflicto. 23 Por otra parte, algún autor considera que su abandono de Alcalá estaría en relación directa con sus posiciones frente al erasmismo, línea de pensamiento que en aquella institución tenía gran fuerza. Es cierto que el Maestro Ciruelo abandona Alcalá después de las juntas de teólogos de Valladolid (1527), con- vocadas para discutir la ortodoxia de Erasmo, en las que Ciruelo se muestra “no abiertamente antierasmista”. 24 Es cierto que Ciruelo no sigue las opinio- nes de Erasmo, pero no se muestra rotundamente en contra de las mismas. Por otra parte, no es el único que tiene esta perspectiva, sino que las fuer- zas estaban bastante equilibradas, entre aquellos que le apoyaban y los que consideraban que su pensamiento debía ser controlado. 25 Curiosamente, por extraño que pueda parecer, sus discípulos utilizarán sus comentarios y argu- mentos para atacar a los antierasmistas. 26 A este respecto, señala Asensio: “un 22 Acerca de esta cuestión, véase Antonio Marchamalo Sánchez, La Magistral de Alcalá en la Uni- versidad Cisneriana 1499-1831 (Alcalá de Henares: Universidad, 2017), 216. Para una mirada más amplia de la cuestión, véase Claudio César Rizzuto, La revuelta de las comunidades de Castilla en el Reino de Dios: profecía, heterogeneidad religiosa y reforma eclesiástica, 1520-1521 (Salamanca: Ediciones Universidad, 2021). 23 En su posicionamiento puede estar presente una concreta comprensión del pasado y de la organi- zación social, donde los derechos de una élite privilegiada, se consideraba que debían seguir tenién- dose en cuenta y respetándose tal como se había hecho hasta aquel momento en el que –podríamos decir– que un soberano venido de fuera cambia las reglas del juego, a diferencia de lo que habían hecho los Reyes Católicos o el mismo Cisneros, como regente de Castilla. Marchamalo Sánchez, La Magistral de Alcalá …, 222. 24 Gómez García, “Los caminos del Humanismo en la Universidad de Alcalá”, 170. 25 Este parece ser otro de los tópicos que ha permitido tradicionalmente cargar de una serie de calificativos negativos a Ciruelo, tal y como hará el dominico Beltrán de Heredia, quien considera al Darocense como un “teólogo rancio”. Vicente Beltrán de Heredia, “LX. La Conferencia de Valla- dolid en 1527 en torno a la doctrina de Erasmo”, en Cartulario de la Universidad de Salamanca. La Universidad en el siglo de oro. VI. Últimos documentos. Índices del cartulario , ed. por Vicente Bel- trán de Heredia (Salamanca: Universidad, 1972): 12. Ya Villoslada había criticado esta cuestión afir- mando que: “… sería injusto quien quisiese extender a todos o a la mayoría de aquellos compatriotas nuestros el calificativo, demasiado frecuente, de escolásticos decadentes y retrógrados, porque entre ellos florecieron Luis Vives, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Ciruelo…”. García Villoslada, La Universidad de París , 420. 26 Ya que la mayoría de los maestros alcalaínos se sienten vinculados y dependientes de su pensa- miento, sin embargo, como dirá Roberto Albares “tampoco puede incluírsele entre el grupo de los más radicales”. No hay duda que lo condena, pero es capaz de contextualizar sus planteamientos al tiempo que insiste en las dificultades que podría crear en el contexto hispánico. Véase Roberto Albares Albares, “El humanismo científico de Pedro Ciruelo”, en La Universidad Complutense cis-
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