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37 P edro S ánchez C iruelo (1470-1548) teólogo y humanista del siglo XVI no llegaron a imprimirse, pero –una vez más– ponen en evidencia su sensi- bilidad y preocupación por esta temática. 111 Estas obras entrarían en la línea renovadora propuesta por Erasmo, de quien Asensio afirma que “fue para los españoles un renovador de la devoción” 112 y de la devoción se preocupa tam- bién, como se intuye, Ciruelo. En esta línea, haciendo referencia a la impresión de obras religiosas y teo- lógicas en Alcalá –como pondría de relieve Asensio– Miguel de Eguía “se entrega con pasión a todas las formas de espiritualidad cristiana que le soli- citaban en una España, en plena fermentación mística y reformadora. Edita a Erasmo y a Savonarola, a Bautista Mantuano y a Pedro Ciruelo…”, 113 pero no tendría sentido la publicación de dichos autores si no tuvieran una propues- ta claramente innovadora y atractiva para los posibles lectores. No podemos olvidar que se trataba de un selecto y activo tipógrafo, pero también de un notable humanista e impulsor de Erasmo. Al mismo tiempo, su De arte memorandi en los tres capítulos en los que está dividido el opúsculo afronta la discusión sobre los lugares lógicos y re- tóricos. Como puso de relieve Cirilo Flórez “la historia de la organización de la memoria toca puntos vitales de la historia de la religión y de la ética, de la filosofía y la psicología, del arte y la literatura, del método científico...” 114 Y, al mismo tiempo, la importancia que tiene recordar adecuadamente también el sermón, para poder transmitir oportunamente, no solo la Palabra de Dios, sino también el mensaje implícito que se encuentra en ella. Como pone de relieve Merino-Jiménez el propósito del autor no es retórico, 115 sino filosófico o, quizás más exactamente, teológico-pastoral, pues Ciruelo está pensando en la memorización necesaria para el ejercicio teológico y para la predicación, tal y como concluye Merino-Jiménez: “lo que Ciruelo propone es un modelo que por su sencillez sea realmente útil para los plani predicatores et theologi a quienes se dirige”. 116 Ciruelo, sin desdeñar el modelo retórico de la antigüedad clásica, busca y propone una forma más asequible y sencilla, dirigida a aque- llos que serán sus potenciales lectores. 117 111 Félix de Latassa y Ortin, Biblioteca Nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde el año 1500 hasta 1599 , vol. I (Pamplona: En la oficina de Joaquín de Domingo, 1798), 190. 112 Asensio, El erasmismo , 21. 113 Asensio, El erasmismo , 87. 114 Cirilo Flórez Miguel, “Pedro Ciruelo y el arte renacentista de la memoria”, en Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez. Tomo I. Repertorios, textos y comentarios (Madrid: FUE, 1986), 288. 115 Merino-Jiménez, “La predicación y la memoria”, 125. 116 Merino-Jiménez, “La predicación y la memoria”, 135. 117 Así concluye también Merino-Jiménez: “La preferencia por un sistema que se basa en el uso del conocimiento previo de sus elementos encaja perfectamente con su propósito de elaborar un modelo sencillo y funcional que esté orientado a la práctica predicatoria”. Merino-Jiménez, “La predicación y la memoria”, 135.

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