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36 M iguel A nxo P ena G onzález perfectamente dónde se ubica. Y, sin ser un novator , se mueve en una clara tendencia humanista. En la segunda parte se detiene, como ya indicábamos, en la división del sermón teniendo como referente la manera de proceder de los Santos Pa- dres 104 , pero presentando después una serie de reglas que quieren ayudar a los predicadores. Estas, a su vez, las divide en generales y especiales. Obviamente no nos vamos a detener en cada una de ellas, al igual que tampoco lo hacemos sobre las tipologías de los sermones. En conjunto, denota una atención por hacer patente el discurso al auditorio, de ahí que refiera cómo el tema ha de ser comprensible, evitando discursos complejos 105 o excesivamente largos, al tiempo que se busca aquello que ayude a la memorización del que pronuncia el sermón y de los oyentes. 106 Entra después en las reglas especiales, que se refieren a disquisiciones sobre las múltiples formas de dividir el discurso, que no dejan de tener una clara dependencia del método escolástico. Una aplicación de su magisterio la encontramos en la figura de santo To- más de Villanueva, quien “recibe una notoria influencia de su maestro Pedro Sánchez Ciruelo”. 107 En este contexto, Llin Chafer lo define como “un ena- morado de la renovación eclesial que se está produciendo en las primeras generaciones complutenses”. 108 Pero, al mismo tiempo, no se puede perder de vista que la tarea de un buen predicador no terminaba en el púlpito, sino que seguían en una serie de ministerios, entre los que sobresalen la confesión, las diversas consultas y la dirección de las almas. De tal suerte que la tarea apostólica se ampliaba per- manentemente. No es por ello extraño que el mismo Ciruelo tenga un opúscu- lo relativo al sacramento de la penitencia, su Confesonario , que publicará en época temprana, contando después con sucesivas ediciones 109 e, igualmente, una obra con un carácter más devocional y de ejercicios espirituales, como son sus Contemplaciones devotas , conjuntamente con un Tratado de mística teología (1547). 110 Sin olvidar tres originales manuscritos de Sermones , que 104 Propiamente no los cita, pero se refiere a los “modis divisionis antiquorum”. Sánchez Ciruelo, “Brevis Editio de Arte Predicandi”, 68. 105 Sánchez Ciruelo, “Brevis Editio de Arte Predicandi”, 69. 106 Sánchez Ciruelo, “Brevis Editio de Arte Predicandi”, 70. 107 Llin Chafer, “La Biblia en un testigo del siglo de oro español”, 195. 108 Llin Chafer, “La Biblia en un testigo del siglo de oro español”, 195. 109 Pedro Sánchez Ciruelo, Arte de bien confesar y de bien oyr confessiones: en el sacramento de la penitencia para la saluación de las almas (Zaragoza [1509]). Curiosamente, la obra iba dedicada “a los curas y confessores de las siete yglesias de la muy escogida ciudad de Daroca patria suya”. 110 Pedro Sánchez Ciruelo, Contenplaciones muy devotas sobre los misterios sacratíssimos de la pasión de Nuestro redemptor Iesu Christo. Juntamente con un tratado de la mystica teología para los devotos que se han retraído a la vida solitaria contemplativa (Alcalá de Henares: en casa de Juan de Brocar, 1547).
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