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32 M iguel A nxo P ena G onzález deduciendo del sentido histórico también el moral, en continuidad con las virtudes teologales. Dios enseña –a través de los hechos históricos– cómo actúa, para que el hombre pueda vivir en coherencia con ello. Se trataba, por tanto, de una mi- rada hacia la teología positiva, desde el momento que planteaba beber en las fuentes de la Escritura y de la Tradición. Al mismo tiempo interpreta los he- chos de Cristo y de sus discípulos, recordados en las acciones litúrgicas, como acontecimiento místico. Entendía, en este mismo orden de cosas, que la glosa ordinaria de la Escritura, así como las homilías de los doctores sobre los Evan- gelios y Hechos de los apóstoles exponían constantemente el sentido místico de los milagros de Cristo y de los santos, aplicándolos a las cosas que habían de ocurrir en la Iglesia de Dios. En esa intención considera que el Evangelio, leído e interpretado en su sentido literal e histórico, es la orientación correcta para la inteligencia de todas y cada una de las lecturas, oraciones, salmos o antífonas. El detalle decía relación directa al uso litúrgico concreto del mo- mento. Por este motivo, Suquía afirmará que Ciruelo “tiene la intuición de que la liturgia ha de reflejar y relatar, ser una reviviscencia de la salvación con proyección escatológica”. 92 Una vez trazados los principios generales, en el desarrollo de la obra plan- tea los requisitos necesarios para una digna celebración, en los que se detiene, formula y justifica. Analizando detalle por detalle, de tal manera que el minis- tro pueda ser consciente de aquello que celebra y cómo lo celebra, haciendo luego lo mismo respecto a la liturgia de las horas y a los tiempos litúrgicos. A este fin, analiza el significado teológico y litúrgico de las horas canónicas, de los tiempos litúrgicos y de sus símbolos para ayudar y desarrollar una es- piritualidad, como ya hemos dicho, para los clérigos. 93 Y, por lo mismo, “ve en los diversos oficios y partes del misal un opus theologicum , una fuente de teología, ya que los prelados enseñan al pueblo de Dios a través de estas perí- copas litúrgicas”. 94 Completa la obra abordando algunos conceptos relativos a la predicación, exponiendo claramente cuál es el fin de la misma que, para él, implica la 92 Ángel Suquía Goicoechea, Un maestro y alumno de Alcalá Pedro Sánchez Ciruelo e Íñigo de Loyola (1526-1528) (Madrid: RAH, 1988), 29. 93 Nicolás Antonio, comentando el contenido de la misma afirmaba: “En el primer libro explica todas las verdades contenidas en las siete horas canónicas y en la primera parte de la misa, llamada de los catecúmenos. El segundo, que constituye la parte más importante de esta obra, explica según un doble sentido el oficio de la misa que se celebra de modo distinto durante todo el año; el tercero, que debió versar sobre el canon secreto de la misa, para no aumentar en demasía el códice, fue dejado por el autor para otra época y, según creo, jamás ha sido publicado”. Nicolás Antonio, Biblioteca Hispana Nueva II (Madrid: FUE, 1999), 214. 94 Suquía Goicoechea, Un maestro y alumno de Alcalá , 30.

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