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28 M iguel A nxo P ena G onzález mica y épica de la creación, que culminaba con la aparición del hombre sobre la tierra. Ciruelo, siguiendo esta senda, no se queda en la descripción de la obra de la creación, sino que su comprensión se refiere al orden cósmico, estable y libre de cambios bruscos: el curso inmutable de los astros, la alternativa regu- lar de las estaciones, el rítmico fluir del mar, en el que la mano de Dios actúa. Precisamente por ello, concluyendo la división del tratado afirmará: “Que se llame el libro Hexameron , porque en él se introduce la teología como examina- dora de las ciencias seglares entendidas por este nombre de filosofía”. 74 Siguiendo el esquema del Hexameron compondrá una obra en tres partes que, cada una a su vez, se divide en dos capítulos, dando así lugar a los seis totales, en los que primero aborda los problemas médicos o, en palabras suyas “propone el parecer de los mundanos filósofos en aquella materia” 75 y luego los teológico-morales, en los que “la theologia reuelada puede mejor juzgar que no ella de las tales cosas”. 76 La idea la completa a renglón seguido en los siguientes términos: “Y asi haziendo discurso por todas las otras mundanas sciencias y artes a de mostrar como an de ser subjetas a la theologia, maestra mayor de todas y que mejor sabe en todo lo que ellas tratan que ellas mis- mas”. 77 En su idea tres son las cuestiones que han de ser estudiadas en torno a la peste: “La primera de la cualidad y condición della en bien o en mal. La segunda de las causas así corporales como espirituales de donde la pestilencia procede. La tercera produce de remedios necesarios en tan grande trabajo”. 78 Ciruelo da un paso más allá, poniendo de relieve que lo más importante a lo que el hombre puede aspirar es a la salvación eterna o, como él mismo dice, “la gloria celestial”, 79 que se alcanza mediante el cultivo de las virtudes teologales. Así, frente a las falsas virtudes promovidas por los “mundanos filósofos”, propone la sabiduría divina. Pero, para que las virtudes teologales den fruto, es preciso que los fieles escuchen la Palabra de Dios, que viene in- terpretada por la Iglesia, explicada por los doctores de la misma y, de manera particular, mediante la predicación. Como hemos señalado antes, parte del principio de que la teología es la ciencia suprema, mientras que la filosofía es ancillae theologiae , lo que justifica recurriendo a la Escritura, particular- mente en el libro de la Sabiduría. Esto explica, a un mismo tiempo, que no sea suficiente con argumentar con la Ética a Nicómaco , sino que esta es un paso necesario y previo, antes de la fe. 74 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , avi. 75 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , ai. 76 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , cviii-v. 77 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , cviii-v. 78 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , aii-v. 79 Sánchez Ciruelo, Hexameron teologal , aii.

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