BCCCAP00000000000000000001767
- 68 - habían convencido al emperador de que esos territorios no podrían sobrevivir sin el respaldo financiero y militar de España. Por otra parte, puede que también temiera que, dentro del Sacro Imperio, los Países Bajos estuvieran más expuestos a una posible penetración del protestantismo. Dos años después, Carlos volvería a plantear la sucesión imperial. Ahora creía que el Sacro Imperio no podría sobrevivir sin la ayuda española y deseaba que Felipe, y no Maximiliano, fuera elegido rey de los romanos. La iniciativa fra- casó, pues los electores temían el poder español, pero, a modo de compromiso, el ducado de Milán se añadió a las responsabilidades de Felipe. En 1552, después de dictar sus memorias, es derrotado en el asedio de Metz. Vivirá meses de profunda desesperación… En julio de 1553 María Tudor se convierte en reina de Inglate- rra. Al año siguiente, para proporcionar más seguridad a los Países Bajos, dispon- drá el matrimonio entre Felipe y María de Inglaterra. La unión no tendrá buena acogida entre los ingleses y será un proyecto truncado con la muerte de la reina en 1558. Felipe intentará mantener una alianza con su sucesora, Isabel I, pero pronto se verá que la concepción que el emperador tenía de aquel reino como contrapeso frente a Francia, estaba condenada al fracaso. Para este momento, el César Carlos, como la mayor parte de la sociedad de su tiempo, sentía el peso y la desesperación del peligro de condenación eterna. Aunque la falta de dinero había sido una constante durante toda su vida, ahora resultaba más difícil de solucionar. La honra, para él, justificaba el empeño de la hacienda y las múltiples batallas del príncipe no debían pararse por este motivo. De alguna manera, su éxito había ya expirado. En marzo de 1555 muere el papa del Monte, Julio III, lo que será un nuevo revés. Las cosas del papado se habían alineado dócilmente con los intereses del Imperio bajo el gobierno de este papa mundano, amante de festines y represen- taciones, de fama colérica y violenta 42 . Ni siquiera su preceptor Adriano, en su efímero paso por la sede apostólica, había facilitado tanto la posición imperial en Italia. Esta muerte entorpecía la delicada situación a la que se tendría que enfrentar Felipe. En mayo de 1555 moría en Castilla la reina Juana, por lo que ya nada impedía la sucesión de su hijo. Carlos decide abdicar por motivos de salud. La dificultad creciente de sus movimientos, la atrofia de sus extremidades y el asma se había convertido en un límite constante. Le atormentaba la pesadilla del 42 A este respecto dirá Brunelli: “Il ritorno di Giulio III ad una posizione più equilibraa, all’inizio del 1553, fu probabilmene dovuto agli insuccessi Oltralpe di Carlo V, costretto ad abbandonare l’assedio di Metz. I contemporanei giudicarono di nuovo incerta ed oscillante la condotta di Giulio III: in realtà, perseverava nella politica inaugurata nella primavera del 1552, pronto a blandire il sovrano più potente, e a fornire al più debole minimi appoggi, non impegnandosi in alcuna formale alleanza. Semmai, il timore che il Regno di Napoli subisse un’invasione dei Turchi, alleati dei Francesi, costituiva per Giulio III una ragione di preferenza per una veloce chiusura della questione senese”. Giampiero Brunelli, “Giulio III”, en Enciclopedia dei Papi. III. Innocenzo VIII-Giovanni Paolo II , 117.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz