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- 64 - dad de una Respublica christiana . Y, por lo mismo, el Concilio será también un instrumento político, para evitar la ruptura desencadenada por la Reforma 31 . Pero, en esta situación, descubrirá –con cierto desengaño– que Roma no está a favor de esa comprensión política y de esa idea de imperio que, objetivamente, no deja ya de estar algo trasnochada. Esto se proyecta en la imagen que de él nos dan figuras como su secretario Alfonso de Valdés: El Emperador es muy de veras buen cristiano y tiene todas sus cosas tan encomendadas y puestas en las manos de Dios, que todo lo toma por lo mejor, y de aquí procede que ni en la prosperidad le vemos alegrarse demasiadamente ni en la adversidad entristecerse, de manera que en el semblante no se puede bien juzgar dél cosa ninguna 32 . Descorazonado ante nuevos fracasos, vuelve a recurrir a sus posesiones ibé- ricas. Para este momento ya han fallecido sus asesores erasmistas, aunque toda- vía recoge la herencia de lo que habían sembrado: “universalismo mezclado de tradición y humanismo” 33 . La realidad es que el erasmismo hispano no se había desprendido de los planteamientos medievales, ni de la referencia a Carlomagno: se trataba de una especie de agustinismo medieval, que implicaba confundir las dos esferas –política y religiosa– lo que iba en abierta confrontación con la nueva sobre todo V. St. determine lo que viere ser mejor, como he dicho: y a todos les paresçe que el verdadero remedio es el Concilio; los malos lo dessean, con pensar de lleuar algo de sus intenciones y los buenos para que con él se remedien las malas obras de los malos y que no lleuen lo que dessean y lo que procu- ran para encubrir sus primeras malas intenciones, que si con ellas saliessen sería dar atreuimiento a cada uno de mouer cosas que después no se supiessen ni pudiessen remediar. También lo desean los mismos buenos por no ver la mala orden que hay hasta agora y ponerla buena para lo por venir, para que no sea ella causa de mayores males y nueuas heregías. Los males que podrían subceder en no hazerse serían infinitos, entre los quales, los principales a mi ver son la desobediencia destos entre tanto la mucha gente que ganaron; porque los que son secretos se descubrían y los dubdosos se determinaron de su parte, por- que dirán que se les niega el Concilio porque en él se hauía de declarar por verdaderos los herrores que tienen”. “Carlos V a Clemente VII (Habsburgo, 14.VII.1530)”, en Corpus documental de Carlos V, vol. I, 229. En relación a la figura de Clemente VII, véase Adriano Prosperi, “Clemente VII”, en Enciclopedia dei Papi. III. Innocenzo VIII-Giovanni Paolo II (Roma: Istituto della Enciclopedia Italiana, 2000) 70-91. 31 Así se narra en sus memorias: “Entre tanto, por el rey su hermano y por los demás que se hallaron en Viena, se hizo tal resistencia, que el turco, así por esta causa como por entender las diligencias y preparativos que se hacían para resistirle, tuvo por mejor retirarse. En este mismo tiempo, como la cosa más principal y necesaria, el Emperador solicitó de Su Santidad que para remedio de la Germania y de los yerros que se iban multiplicando en la Cristiandad, quisiese convocar y celebrar –como único y principal remedio– un Concilio General...”. Carlos V, Memorias , ed. por Manuel Fernández Álvarez (Madrid: Cultura Hispánica, 1960) 56-57. 32 Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas ocurridas en Roma , ed. por José F. Montesinos (Madrid: Espasa Calpe, 1956) 154. 33 José Antonio Maravall, “Las etapas del pensamiento político de Carlos V”, Revista de Estu- dios Políticos 100 (1958) 104.
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