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- 60 - Imperio Romano Germánico, por lo mismo, no aportará recursos al emperador, aunque sí incrementará sus responsabilidades. El gobierno de los Países Bajos, aunque indisciplinado y descentralizado, funcionó bien en época de Carlos V. Sus regentes fueron personas rectas… La herencia de Carlos le proporcionó Castilla, Navarra y las posesiones de Aragón reunidas por su abuelo Fernando durante las guerras italianas. El reino de Aragón contenía tres principados bastante diversos. Cada uno de ellos contaba con sus propias Cortes, que se reunían para tratar asuntos de interés para el conjunto del territorio. A diferencia de las de Castilla, las asambleas aragonesas tenían autori- dad legislativa y en asuntos financieros. Por ello, la reparación de agravios, pre- cedía a la provisión de fondos. Para Carlos, las partes más valiosas de su herencia aragonesa eran Nápoles y Sicilia, pues era una primera línea defensiva en la lucha contra el turco y, además, Nápoles le proporcionaba una base estratégica en la península itálica. Además, eran lo suficientemente ricas como para aportar gran- des ingresos a la Corona 20 . Castilla seguía siendo una sociedad pobre, mayormente agrícola, pero su sistema de financiación y gobierno había evolucionado de tal forma que las Cor- tes solían cooperar. Los nobles, cuya asociación con la Corona había cimentado Carlos manejando con cuidado la revuelta comunera, pocas veces asistían a sus reuniones, puesto que ellos no pagaban impuestos. Solo los representantes de las dieciocho ciudades de realengo votaban las rentas públicas, pero los corregidores –desde los tiempos de Isabel– supervisaban las elecciones municipales y podían descartar a los candidatos no deseados. En consecuencia, a todos los efectos, los miembros de las Cortes se seleccionaban con el aval de la Corona. Además, en Castilla, la provisión de fondos precedía a la reparación de agravios. De esta manera, el régimen financiero, eclesiástico y jurídico era contro- lado con firmeza, aunque la pobreza de las comunicaciones, las deficiencias de la información y los privilegios limitaban su eficiencia. Contaba, además, con la mejor tropa de Europa. El ejército, al igual que la administración castellana, 20 A pesar de ciertas similitudes culturales, ambos estados presentaban problemas de gobierno diferentes. Sicilia formaba parte de las posesiones aragonesas desde 1282, cuando los isleños habían expulsado a los angevinos (Anjou) durante una sangrienta revuelta. El dominio francés no suscitaba nos- talgia alguna y, al margen de cuáles fueran sus diferencias internas, siguieron siendo leales a España. Su parlamento era más sólido y representativo que el de Nápoles. Sus tres estados representaban a la Iglesia, a la nobleza de título y a diversas corporaciones, entre ellas los municipios y las universidades. Al igual que en los Países Bajos, la reparación de agravios precedía a la provisión de fondos, pero cada tres años los sicilianos votaban una aportación “ordinaria”, situada entre los 100.000 y los 175.000 florines del final del reinado. Entre 1532 y 1556, además de mantener una flota de galeras, aprobaron no menos de diez aportaciones “extraordinarias”. La cooperación de Sicilia en materia fiscal se derivaba casi por com- pleto del miedo a los turcos, y gran parte del dinero se gastaba en la propia isla.
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