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20 Miguel Anxo Pena González Archivo Dominicano XLV (2024) 7-46 [40] crítico. El testimonio de una mirada de conjunto, de un trabajo colectivo y consensuado, puede ayudar también a comprender cuestiones que no se apreciarían suficientemente, o que quedarían dependientes de lecturas sesgadas, donde el espíritu crítico acabaría siendo sometido a la mirada institucional. Esto requiere, en el contexto, de un crecimiento en el nivel cultural y, también, en la capacidad de asumir la realidad –la verdad his- tórica– que no siempre resulta algo agradable. 30 Las instituciones, en este sentido, han sido fruto de frecuentes inter- pretaciones filosóficas y teológicas vertidas sobre la historia de una or- den, particularmente sobre aquellos con cierta expansión internacional, pero posiblemente no se ha entrado en lo que podíamos denominar como historia verdadera. Aquella que va dando sentido a cuestiones, a veces, difícilmente comprensibles sin una mirada más crítica y atenta. Conocer la historia ayuda a desarrollar un sano relativismo, que también permite liberarse de un peso excesivo del pasado, que en las instituciones religio- sas puede llegar a ser, incluso, dominante. De alguna manera, ayudará también a un adecuado discernimiento, que permita desarrollar la propia identidad, sabiendo que también una institución ha de asumir y aprender de los propios errores. Algo que el historiador Giacomo Martina señaló de manera elocuente: La Iglesia no vive ni actúa en abstracto, sino en las condiciones siem- pre cambiantes del espacio y del tiempo… La historia de la Iglesia se convierte entonces en una tensión continua entre dos polos: la ten- tación de confundir el cristianismo con las formas contingentes típi- cas de las distintas épocas, defendiéndolas desesperadamente como si su colapso significara el fin del cristianismo y, por el contrario, la tendencia a excluir a la Iglesia de cualquier relación con la sociedad en la que vive, la pretensión de despojar a los valores cristianos de cualquier condicionamiento histórico. En realidad, la defensa de es- tos valores debe realizarse en el tiempo, pero debe distinguirse de las situaciones históricas en las que se expresan. 31 Por otra parte, es obvio que una eclesiología dinámica presupone una comprensión de la historia que no puede enmarcarse en esquemas y mo- delos inamovibles a lo largo del tiempo. La Iglesia, en su acontecer históri- co, vive un permanente proceso de discernimiento, lo que requiere de una adecuada comprensión eclesiológica, que refiere también a la interven- ción el Espíritu y la comunión eclesial, que se concreta en proyectos entre 30.  L’uomo barocco , coord. Rosario Villari, Bari, 2001, 2 ed. 31. Giacomo Martina, Storia della Chiesa da Lutero ai nostri giorni. 1. L’età della Riforma , Brescia, Queriniana, 1993, 2 ed., p. 19. [14]

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