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82 Miguel Anxo Pena González (1942: 157): "ordenó todos sus estudios, a entender cada vez mejor el texto sagrado y a despertar en los demás el deseo de conocerlo". Una pregunta abierta, que afecta a su trayectoria formativa e intelectual, y que tiene gran importancia, es qué sucedió con su formación teológica. Algo que se deja entreverar en los Segmenta. No se puede olvidar que Nebrija se había trasladado a Bolonia a estu– diar teología, aunque luego su vida tome otros derroteros (Gil, 1965: 347). Al mismo tiempo, en sus diez años de estancia en Italia, particularmente en Bolonia, llegó a ser el hamo trilinguis de la España del Renacimiento (Pastor, 2013: 449). Se impone revisar cómo se está estudiando y presentando a Nebrija. Pare– ciera que se está haciendo desde los parámetros e intereses de nuestro presente y no desde el horizonte propio del humanismo cristiano, como si él fuera un perfecto desconocedor no solo de la teología, sino también de aquellas otras artes que le ponían en relación directa con ella, como son el conocimiento de las lenguas griega y hebrea. Nebrija es un polímata y, por lo mimo, tiene intereses muy diversos y lejanos entre sí. Esto, al mismo tiempo, nos hace tomar conciencia de que no se puede hablar -de manera exclusiva- de un único Nebrija. Hacer este tipo de plan– teamiento, negando sus conocimientos sobre estas y otras cosas, lo saca de su contexto auténtico, de su espacio de realidad y de sentido. No es políticamente correcto afirmar esto, pero alejar a Nebrija de la pers– pectiva cristiana -en un sentido amplio- es distanciarlo también de sus aportaciones más peculiares y propias, en un momento histórico de profun– dos cambios. Nebrija es un hombre de su tiempo y, por lo mismo, un hombre creyente, que colabora con profunda convicción en la reforma de la Iglesia, sin tener por ello que ser calificado de converso, como si todo el ingente trabajo que lleva a término tuviera como finalidad encubrir su pasado. Sus esfuerzos por depurar el texto de la Vulgata, utilizando la veritas Hebraica y la veritas Graeca, aunque no se materializaron en una edición, tal y como podría haber sucedido en la Políglota de Cisneros, no quita valor a su esfuerzo exegético-teológico. Es bien conocido cómo Nebrija, en 1495, anuncia que, en cuanto termi– nase los trabajos que tenía entre manos -refiriéndose a Las antigüedades de España- consagraría el resto de su existencia a las Letras Sagradas. Sabemos, además, que es algo que repite con cierta frecuencia, al tiempo que se constata por sus trabajos. Esta tarea, desempeñada con dedicación y entrega, al final de sus días deja perfilado un corpus significativo que llena sus palabras de sentido. Por otra parte, hay que tener en cuenta que no todas serán llevadas a la imprenta

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