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P. Anselmo de Legarda.-Moratín y lo vasco 19 que el santo tribunal se inmiscuía en asuntos civiles o poli· ticos (32). Por lo que hace a la actitud inquisitorial frente al Consejo Real de Navarra, léase (33) la carta del Inquisidor de Calahorra al de Cuenca, fechada a 20 de octubre de 1529, 'es decir, en vís– peras de la Cédula real mentada por ldoate. J. Simón Díaz (34) ofrece pormenores interesantes sobre un decenio inquisitorial en Navarra y Vascongadas. En lo literario la Relación del auto de Logroño puede ufa– narse de haber dado curso al tecnicismo aquelarre, como adverti en otro lugar (35), siguiendo a González de Amezúa. Aunque sospecho que el vocablo pasó inadvertido entre los escritores hasta la reedición (36) del Bachiller Ginés de Posadilla. De hecho Co– rominas le da la primacía a Moratín. En el siglo XIX sí que lo usan. Por ejemplo, el Duque de Rivas, al comienzo del segundo romance de La buenaventura. En cuanto a su etimología, se daba por buena la ofrecida por la Relación: aquelarre "en vascuence suena tanto como decir pra• do del cabrón". Hace unos años A. lrigaray (37) aventuraba su opinión con– traria a la tradicional, diciendo que posiblemente se trata del agérato, aker-belar en vascuence. Con todo L. Michelena, en 1955, en la segunda edición de Apellidos vascos, manteníase en lo tra– dicional, aun conociendo la nota de Irigaray y aceptando alguna de sus propuestas, como la de "azur". Mi autoridad para terciar es nula. Pero me pregunto si no habría ocurrido una desviación del significado primigenio de la (32) A este respecto son de interés las concesiones de MENENDEZ Y PELAYO a Morel-Fatio, en Epistolario de Menéndez y Pelayo y Morel• Fatio, Santander, I 953, págs. 68 y 69. (33) En A.G. DE AMEZUA Y MAYO, El Casamiento engañoso y El Coloquio de los perros... Madrid, 1912, pág. 194. (34) La lnquisici6n de Logroño (1570-1580), en "Berceo", I, 1946, 89··119. Trabajo muy documentado. (35) Lo Vizcafno..., pág. 546. (36) PALAU, Manual del librero.._., 2.ª ed., Barcelona, 1948, pági– nu 566, s.v. Auto, registra una edición madrileña de 181 l. Suelen citar como primera reedición la de Cádiz, 1812. Ya advertía G. DE AMEZUA, o c., pág. 718, que Moratin "no la reprodujo fielmente sino con impor– tantes variantes y supresiones", y abogaba por una edición integra, pues la de Moratín y sus reimpresiones no merecen entero crédito. (37) Un ratito a etimologfas, en este BOLETIN, 10, 1954, 105.
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