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P. Anselmo de Legarda.-Moratín y lo vasco del siglo romántico, y T. Alfaro Fournier, en su Vida de la ciu– dad de Vitoria, ofrecen datos con que aclarar más todavía estos puntos. PESTE Y VINAGRE.-Una circunstancia imprevista les for– zó a extremar el celo en la frontera: el miedo a la peste o fiebre amarilla. El 21 de agosto de 1821 le escribe Moratín a Melón desde Barcelona: "La prudencia exige que salgamos de aquí. Sea peste o no lo sea, lo cierto es que ya ha h,abido unos dos o tres que han muerto de ella en la ciudad" (11, 370). Nueve días después, en carta al mismo desde Gerona, quiere respirar tranquilo: "La circunstancia de no haber contraído el mal ninguno de los asistentes y tenerle sólo los que han estado algún tiempo en los buques, nos da a entender a todos que, aunque se mueran todos los marineros del puerto, la enfermedad no se pe• gará a los que no han entrado jamás en aquellas fétidas embarca– ciones" (11, 371). Pero en la enderezada a Melón desde Perpiñán, el 11 de se• tiembre de 1821, vuelve a acometerle el pesimismo! "Las noti• óas de Barcelona son peores cada vez" (II, 373). Las medidas drásticas adoptadas en la frontera les alcanza– ron también a las cartas: para evitr que se trocaran en vehículo de la peste, tomaron la providencia de cortarlas y rociarlas o em– paparlas en vinagre. El editor anota que esa carta a Melón des• de Perpiñán parece haber sido mojada en vinagre por los cua• tro costados (II, 373). Moratín le advierte a Prada desde Burdeos el 16 de noviem– bre de 1821: "Llegan las cartas tan estropeadas con las cortadu– ras y el vinagre, que la de Vd. apenas podía leerse" (Valdete– rrazo, 520). Al año siguiente, el 11 de abril, desde Burdeos, le da ins– trucciones al mismo Prada: "Hecha esta operación por manos fie• les, quisiera también que usted se hic,era depositario de las lá– minas, y que de todo lo manuscrito hiciera un paquete remitién– dolo hacia acá, y tomando las precauciones necesarias para que desde lrún le hicieran pasar la línea sin la operación de las cor– tadura~ y el vinagre que todavía están en su fuerza y vigor como el primer día" (II, 408-409). Pasaba el tiempo y no las precauciones, y así el 13 de no– viembre de 1822 volvía a informarle a Prada desde Burdeos:
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