BCCCAP00000000000000000001762
196 ANSELMO DE LEGARDA sobredicha presenté varios pasajes del Beato Avíla en siglo y medio ante– riores al año que pasa por inicial de la advocación de la Virgen como Pas– tora. Con ello no quise que padeciera menoscabo el mérito del Venerable Padre Isidoro de Sevilla y de la pléyade de grandes misioneros capuchinos del siglo XVIII, heraldos de las glorias de la Madre del Buen Pastor. De igual modo, antes de mostrar los versos anónimos dictados por la musa devota conventual del siglo XVIII, para novenas, misiones y coronas, no será despropósito una corta exploración en poemas de autores de nom– bradía anteriores a aquella centuria, para ofrecer una serie ordenada de alusiones a la Pastora, en parte conocidas de los especialistas, según creo. Ante aquellos retazos de oratoria sagrada del Beato Avila y ante estos fragmentos poéticos, acaso se incline alguien, contra mi propósito, a poner en duda la originalidad del capuchino sevillano y de sus compañeros. Pero si continúa y acaba la lectura de los poemitas que aquí le brindo, y de otros muchos publicados por el P. Ardales, y compara los supuestos prece– dentes con la figura de la Pastora alumbrada por la mente o por el cora– zón de aquellos capuchinos, se disiparán sus dudas. Comprobará que a una alusión pasajera, a una palabra inerte de los autores famosos, ha sucedido una criatura nueva llena de vida y de gracia, de verdad y de humanidad. La florecilla que crecía desmedrada, solitaria, en otras parcelas de la literatura, desplegó toda la magnificencia de sus hojas y pétalos, de colores y aromas, cuando los capuchinos dieron en cultivarla en sus jardines con– ventuales y la propagaron por ciudades y aldeas. Más aún: podemos afir– mar que no la trasplantaron de ninguno de esos rincones literarios, sino del huerto cerrado de la Sagrada Escritura: el Cantar de los Cantares su– ministró el texto de aquel memorable sermón del 8 de septiembre de 1703. El esbozo fue llegando a la perfección final aplicándole las pinceladas divinas del Buen Pastor trazadas por el mismo Jesucristo, y otras del Anti– guo Testamento y de los Santos Padres. Hoy tenemos un concepto más exacto de la originalidad y sabemos que no mengua la gloria de un Lope de Vega o de un Velázquez cuando alguien descubre un cantarcillo o un grabado como fuente de inspiración parcial de alguna de sus obras maestras. Lo personal de los antiguos vates capu– chinos se manifiesta en la asimilación vital de lo bíblico y patrístico, y en su exposición con tal riqueza de doctrina y afectos, con tan entrañable rz lt-Lnt. docfririji, igual cuando brotan los versos de labios de la Pastora que cuando suenan los gozos, balidos o contemplaciones de sus ovejas, Además, quien con oído atento escuche las voces capuchinas que con santa porfía se alzan en las páginas del P. Ardales y de los impresos y manuscritos que voy a presentar, e imagine las muchedumbres que se con– mueven al oír y repetir los cantos poéticos de la Pastora, percibirá el rumor intenso y secular de todo un pueblo. * * *
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz