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POESÍA DE LA DIVINA PASTORA 213 sos para convocar gente a la misión», donde oímos también la voz de los misioneros, aunque se nos diga que «habla en ellos Jesús». Ciñámonos a la parte dedicada a la Pastora. Tras los versos aludidos en que habla Jesús, o coplas del Buen Pastor, como les llama también el autor, escribe: «Síguense otros versos de responder en los cuales llama la Divina Pastora al pecador para que oiga la santa misión o predicación». Canciones de responder se les llama repetidas veces en Luz Apostólica a aquellas en que a la canción de un misionero solista responde el pueblo con el estribillo. Han ocurrido ya en este tabajo varios ejemplos de gows y de balidos. De pasada hemos mentado varias veces los silbos del Pastor o de la Pas– tora, y ahora vamos a tener ocasión de oír dos ejemplos del género. No lo inventaron los misioneros del siglo XVIII. Era tradicional en la buena literatura ascética y mística. A sus maravillosos efectos referíase Santa Teresa de Jesús cuando, en el capítulo tercero de las Moradas cuartas, es– cribía que «como buen pastor, con un silbo tan suave que aun casi ellos mesmos no le •entienden, hace que conozcan su voz, y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su Morada, y tiene tanta fuerza este silbo del Pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y métense en el Castillo». En algunas composiciones de este género, a los silbos del Pastor res– ponde la oveja con sus balidos 35 • Aquí sólo suena la voz de la Pastora que reiteradamente recomienda la misión como una gracia suya, y la doc– trina que en ella can a oír las ovejas, y el fruto que deben sacar. ESTRIBILL~ Ovejita mía, alma pecadora, oye el dulce silbo de tu fiel Pastora ". El autor intercala ahora una nota con rúbricas para estos cantos y sil– bos. Refiérese primero a aquellos versos «en que habla Jesús», o coplas del Buen Pastor, no transcritas aquí. «Las coplas antecedentes del Buen J 35. Un ejemplo puede verse en la obra citada del P. ErVÁN, Nuestros juglares del Se- ñor..., p. 415. 36. En el manuscrito se indica la repetición del estribillo inicial cada ocho versos. Métri– camente no hay trabazón entre el estribillo repetido por el pueblo y los versos cantados por el solista, el cual tampoco intercala una estrofa o serie regular como las vistas en las páginas poéticas anteriores, sino los ocho versos resultantes de las dos copli!las yuxtapuestas e inde– pendientes entre sí. Si estéticamente decaen estos silbos, achaquémoslo al momento y demás circunstancias del canto: suenan como invitación familiar a la gente de calles y plazas a acudir a la iglesia y oír la misión, siguiendo los pasos de la Pastora. Las normas que el manuscrito da en seguida sobre la procesión y el modo de cantar las saetas y pronunciar las exclamaciones, deben cotejarse con normas parecidas del P. Feliciano de SEV!LLA, en su Luz Apostólica, p. 70-71.
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