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212 ANSELMO DE LEGARDA TUDELA. - Entre las novenas impresas procedentes del monasterio de Capuchinas de Tudela, había un cuadernito manuscrito antiguo con dos composiciones poéticas: una salve y unos versos de misión. Para distin– guirlo le daremos el nombre de Tudela. Parece que la mano que lo copió no es taba muy familiarizada con la pluma ni con la ortografía. Por des– contado que no lo manuscribió el autor, pues ni siquiera separa los versos, aunque los encierra de cuatro en cuatro. La salve difiere de las dos que han sonado antes en San Sebastián y Zaragoza. El autor borda su romancillo con loores conocidos de la Virgen, a modo de letanía parafraseada. Lo pastoril, más atenuado que en otros poemas, se difunde con arte por todo éste. Pues no es pura casualidad que aquella misteriosa zarza bíblica arda ante un pastor, ni que el rosal ni los árboles plantados acá y allá, entre otras metáforas campestres, formen un bello paisaje idealizado para realzar la figura de nuestra Pastora. En todo el poemita domina la suavidad: en los conceptos de la selva que afloran varias veces; en algunos balidos aislados; en el saludo constante, reiterado en el verso postrero. Los versos del romancillo siguiente parecen hechos para dar principio a una misión popular. Al mismo momento van a referirse los silbos conte– nidos en el manuscrito de Lecároz de que trataremos a continuación. Hay una notable diferencia entre ambos: allí hablará la Pastora; aquí son los misioneros capuchinos quienes se dirigen a la Pastora o a las ovejas en distintos tonos que puntualizaremos en nota. LECAROZ. - Designaremos con este nombre el manuscrito de veintidós hojitas que, en el ejemplar de nuestra biblioteca de Lecároz, va añadido a / la sobredicha obra del P. Feliciano de Sevilla, Luz Apostólica. Más de cua– "exclamaciones para las procesiones del pueblo misionado. Con ellas prego– , tro notas del manuscrito se entienden mejor después de leer la obra del -~ P. Feliciano de Sevilla, pues, a lo que parece, el autor del apéndice seguía en sus misiones el método preconizado por la Luz Apostólica. En algunos lugares hay referencias explícitas al impreso. Casi todo lo escrito pertenece a una mano, y es lo que aquí nos inte– resa. Hacemos capuchino al autor: por ir el apéndice manuscrito tras una obra en que se expone y encomia el método o modo de misionar de capu– chinos; por los vecsos en que va paralelo al impreso, como los dedicados a la Santísima Trinidad, y, en fin, por la parte dedicada a la Pastora. El autor debía de ser andaluz o residente en la Bética, por sus vacilaciones entre ceceo y seseo. Da muestras de conocer su defecto y trata de evitarlo, aunque a veces no lo logra e incurre en el opuesto. t, Prescindamos hoy de las treinta y cinco saetas con sus correspondientes ·"exclamaciones para las procesiones del pueblo misionado con ellas prego– naban los misioneros por las calles los mismos temas que iban a desarro– llar en el púlpito: valor del alma, gracia, pecado, perdón, confesión, impe– nitencia, Pasión del Señor, novísimos, eternidad, etc. Prescindamos también del trisagio y nuevas saetas, y aun de otros «ver-

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