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POESÍA DE LA DIVINA PASTORA 211 criptivo, referida al rebaño, no es un grito arrancado de la entraña del alma, como aquí. Gozos Del Lobo infernal seguida a Vos apelo, Señora. ¡Piedad, Divina Pastora, que soy la oveja perdida! A los gozos sigue el oremus en latín, no con la orac10n del común de la Virgen, como en la novena de Toro, ni con la oración del oficio de la Pastora para Toscana, sino con la propia del oficio para España que acabo de mentar'". Tras la oración del último día estampa el autor el trisagio o cántico de alabanza y deprecación de la Santísima Trinidad, sin conexión necesa– ria con la novena, a lo que parece. Nos cuenta su origen y antigua eficacia y afirma que «no sería menos eficaz medio para contener las iras de Dios en estos infelicísimos tiempos». Desea se extienda por todas partes «ese cántico breve como misterioso, recomendado en sus misiones por el apos– tólico P. Fr. Diego Josef de Cádiz». Debía de tener el autor un corazón generoso, limpio de envidia, cuando desde el rincón de su Navarra dedicaba un recuerdo a aquel sol de Anda– lucía tres años antes de ponerse en Ronda. Alabanzas a la Beatísima Trinidad hemos hallado ya en el novenario de Toro. Insistimos en que era tradicional la devoción al augusto misterio entre los misioneros capuchinos y venía de la centuria anterior, como se comprueba por un capítulo de la citada Luz Apostólica del P. Feliciano de Sevilla. Acaba el novenario de Pamplona con los balidos lastimeros de una oveja, a los que antes nos hemos referido; sollozos entrecortados del alma postrada a los pies de la Pastora. No se nos advierte la trabazón de este desahogo con el resto del novenario: encaja tras la consideración de la vida pública del Señor. El contenido queda patente desde el título, y coin– cide con el tema de los gozos de esta misma novena, si bien la gracia alada del pentasílabo templa la angustia. BALIDOS DE UNA OVEJA ({' DE UN,o/'ALMA ARREPENTIDA QUE LLAMA A SU DIVINA PASTORA Piedad, mi Madre, piedad, Señora, piedad, María, piedad, Pastora. Amén. 34. La de Toscana comienza así. "Deus, qui universum".. La propia de España: "Do– mine Iesu Christe, Pastor bone...". Véanse en ARDALES, o.e., p. 523 y 346.
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