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CAPUCHINOS DEL ANTIGUO CONVENTO DE RENTERIA Por P. ANSELMO DE LEGARDA Ciertas ruinas de castillcs medievales se convirtieron en fuente de inspiración para algunos escritores románticos. En sus leyendas fingían que en noches señaladas, entre el fragor de la tormenta o a la tenue cla– ridad de la luna velada, se alzaban misteriosas sombras de guerreros de otros tiempos y hasta blandían espadas caballerescas en defensa de ideales imperecederos. En 1835 la villa de Rentería vio arder el convento de capuchinos sobre el que tenía patronazgo desde hada más de doscientos años. Las ruinas ennegrecidas movieron a lástima, pero no tuvieron la suerte de suscitar la inspiración de ningún escritor imaginativo. Esto no quita que, gracias a los datos conservados en los archivos, podamos evocar hoy no las sombras fantásticas, sino los nombres ver– daderC's de buen número de frailes que, al correr de los años. moraron en aquel convento y vivieron en contacto con los habitantes de la villa en sus iglesias, en la calle y en los caseríos. Dates de los archivos pasaron al Necrología de los frailes meno– res capuchinos de la Provincia de Navarra-Cantabria-Arag6n .. ., c0m– puesto por el P. Crispín de Riezu y publicado en Pamplona en 1958. Espigando en sus páainas me he hallado con una larga teoría de capuchinos que fueron habitando en el convento de Rentería. Tan lar– ga que me he visto forzado a seleccionar con prefer•encia a los autóctonos. El primero en llegar a estas tierras debió de ser el P. Gabriel de luna o de Aragón. En 1612 era guardián del convento de Pamplona, recién fundado. cuando recibió de su superior el encanm de ~estionar el ingreso en Guipúzcoa. Lo intentó en balde en San Sebastián. Pero en Rentería le dieron muy buena acogida. Les frailes, presi,didos por el P. Serafín de Barbastro, pasaron a su flamante convento el 15 de agosto de 1617. En 1636 figura como guardián el P. Francisco de Rentería. Tres años más tarde, tras el incendio de la villa por el eiército fran– cés, temieron los religiosos que los superiores ordenaran el abandono

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