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104 ANSELMO DE LEGARDA Instrumentos Si fuera de buena ley aquel chiste frío de ciertos humoristas que cuentan la campana entre los instrumentos de cuerda, el sacristán nos franquearía ahora la entrada en esta nueva sección. Comencemos por los lugares en que los personajes se limitan a nombrar el instrumento musical sin especificarlo. Por ejemplo, en El vergonzoso en palacio (1,217a): Encendíme, te prometo, como Alejandro lo hacía llevado del instrumento que aquel músico famoso le tocaba 3 . Son muchos los que suenan en Celos con celos se curan (1,365b): El teatro ducal y la festiva ocupación sonora en instrumentos principio dio al sarao y a mis tormentos. En las páginas anteriores han aparecido y sonado distintos instru - mentos. No vamos a repetir aquí aquellos pasajes. Tambor, atambores y cajas denuncian con frecuencia la presencia de los soldados. En Cómo han de ser los amigos ( 6, 196b) sale un alarde de soldados, tocando pri– mero dentro un tambor. Suena a dicho popular aquello de El castigo del penséque (l, 75c): -¡Ay, Chinchilla! ¿Qué es aquesto.' -Alambores en cuaresma. Paralelo de aquello otro de No hay peor sordo ... (l,270bc): -¿ Qué es esto, Cristal.' -Atabales en cuaresma. Imagino que ahí atambor y atabal son smommos del tamboril del baile vedado en cuaresma. Mas no nos apartemos todavía de lo mar– cial. Como son tan frecuentes las escenas de soldados en el teatro de la 3 Américo CASTRO en la edición de esta obra de Tirso en la colección «Clásicos Castellanos» de La Lectura, Madrid, 2 (1922) 113, anotaba: «Alejandro tuvo estima es– pecial por un músico llamado Timoteo cuyos aires frigios le arrebataban de tal suerte, que inmediatamente corría a las armas, como si el enemigo estuviese próximo. (V. el suplemento al libro I de la Vida de Alejandro, por Quinto Curcio. )» En la pág. 349 añade: «Véase también Cicerón, De legibus, 2». [32]

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