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102 ANSELMO DE LEGARDA Aguarda como a las doce l,a campana el motz"lón. El tañerla sigue siendo función del sacristán en Averígüelo Vargas (1,676b): Aunque los dones se asombren de haber hecho un don lacayo ... Mas tantos los dones son que aun las campanas los dan, pues, si tañe el sacristán, pronunda dan, dan, don, don. «Medianoche era por filo», la hora del canto de los maitines, cuan– do el escudero del rey don Pedro le advertía a su amo en Sz"empre ayu– da la verdad (7, 140a): En los monasten·os tañen y deben de ser las doce. ¿Dónde mandas que te aguarde.1 r Uno de los oficios de las campanas era el de conjugar las tormentas, «fulmina frango», si bien la eficacia podia ser fruto de la habilidad de quien las tañía. De ahí el elogio en La prudencia en la mujer (1,304a): El delo dejaba raso, si· a nublo subía a tañer. La lengua de la campana, sobre todo cuando tocaban a rebato, congregaba al pueblo. Lo sabían por Estercuel en La Dama del olz"var (2,321b): Que, si no, a son de campana habíamos convocado todo el lugar. Y en Antona García (5,246b) tocan dentro rebato y oímos: Contra vos l,a ciudad toca alarma y se convoca. El son del bronce difunde buenas noticias en Quzºen no cae no se le– vanta (2,404): [30]
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