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75 A la sombra de Urbasa Cara al sol con el hábito nuevo Cuando José Luis, en setiembre de 1942, marchó a Alsasua, sus hermanos lloraron de tristeza. Consuelo recuerda que, cuando hacía su cama, en el cuarto oscuro , en el que desde ese momento se aposentó Joskin, le asaltaba el recuerdo del hermano y se le estremecía el cuerpo. Porque era una persona muy cariñosa y noble. Consuelo cree también que tenía una visión de futuro mucho mejor que el resto de los hermanos, quizá no que lo adivinaba, pero sí que tenía la capacidad de intuirlo . José Luis, por el contrario, fue a Alsasua tranquilo y contento. El primer día de clase el profesor le planteó una larga serie de preguntas en latín. Al parecer había aprovechado bien las clases particulares en la materia y salió airoso del interrogatorio. El profesor concluyó con una sonrisa: Muy bien . Ese era el único miedo que tenía, no dar el nivel necesario para poder permanecer allí. Con esas palabras lo ahuyentó. Más adelante llegaría hasta a escribir poemas en latín. Debía pasar doce años sin volver a casa y sin ver a ningún familiar, salvo que se acercaran a donde él estuviera. Pero estos acudieron en cuanto se lo autorizaron. A los pocos meses, los padres realizaron una visita, deseosos de ver y abrazar a su hijo. Con poca suerte. A su madre, Concha, le robaron el bolso en el viaje. Vivió con gusto aquellos años que, en honor de San Francisco, se denominaban seráficos . Aunque desde el primer día los estudiantes debían usar sandalias, José Luis no recuerda que

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