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72 —Pero ¿qué has hecho? ¿Que has perdido la sandalia en el mar? –la madre no podía creérselo. —Tranquila, ama , aparecerá. Ya verás. —Pero ¿tú eres tonto? ¿Cómo va a aparecer? Si se la ha llevado el mar, ya no volverá. —Ya verás, ama , cómo vuelve. Seguro. José Luis estuvo varios días yendo a la playa por si su sandalia aparecía y, al cabo de unos cuantos, la encontró colgando de un enganche metálico de una puerta de las cabinas, donde la gente solía dejar las cosas que encontraba en la playa. Al llevarla a casa, la madre se quedó sorprendidísima: —¿Ves, ama ? Ya te había dicho que aparecería. —Pero ¿cómo la has encontrado? —¡Ay, ama , mujer de poca fe! En su infancia, también la apariencia de José Luis era especial. Su cabeza estaba adornada de unos bucles muy rubios que le hacían parecer un principito de cuento. En uno de los sorteos de Pascua del Catecismo Parroquial, a su hermano Iñaki le tocó un pequeño cordero, que también tenía un pelaje lleno de bucles. Parecía hermano de José Luis. Hasta tal punto que les hicieron una foto juntos. Sus hermanas tienen la sospecha de que, al menos en una época, fue sonámbulo. Una noche los padres lo sorprendieron dormido pero de pie, en la puerta de la casa, queriendo salir a la calle. Desde entonces tuvieron que cerrar con llave por las noches. En otra ocasión, cuando despertó por la mañana, encontraron uno de sus zapatos, que había dejado bajo la cama, completamente empapado. No se explicaban la razón. Al rato, comenzó a recordar: las ganas de orinar le hicieron levantarse y, creyendo que se trataba del orinal, derramó en el zapato su micción. Al concluir, recordó haber dicho para sí: —¡Esto es una buena meada! Isidro Ansorena, así como a su esposa, también dedicó una pequeña pieza musical a cada uno de sus hijos. Las más

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