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71 hijo del afamado txistulari Isidro Ansorena ”. Así lo presentaron. E Isidro tenía noticia de todo ello. La decisión de José Luis truncaba sus ilusiones: —Hijo, tengo un gran respeto por el sacerdocio y la vocación religiosa, pero esta noticia es para mí un hachazo. Creía y esperaba que tú fueras mi continuador. La decisión estaba bien interiorizada. José Luis vivía gozosamente en la casa familiar y se sentía querido por todos. Pero deseaba ser capuchino. Había una dificultad que, desde la perspectiva de nuestros días, parece increíble: con catorce años, era demasiado maduro para acceder al seminario. Desde allí, le pusieron una condición: si quería ser admitido, debería dejar todos sus otros estudios y dedicarse exclusivamente al cultivo del latín para alcanzar el nivel de los que ya llevaban allí dos años. Y así, dejó el colegio de Los Ángeles, abandonó el Conservatorio y, con la ayuda de los capuchinos, se dedicó durante cuatro meses exclusivamente al estudio del latín. Semetxoaren poza Los hermanos confiesan que desde niño José Luis tenía algunas singularidades, características que lo distinguían del resto. Todos los años la familia al completo acudía para las fiestas de San Juan a Hernani, a la reunión con los parientes. La madre, Concha, tenía que hacer verdaderos cálculos y equilibrios económicos para conseguir que todos los hijos acudieran elegantemente vestidos. A José Luis, un año, le compró unas sandalias nuevas y, para que no le hicieran daño al caminar, comenzó a usarlas unos días antes de la fecha señalada. Pero uno de ellos hizo buen tiempo, se acercó con sus amigos a la playa de la Concha a jugar y, dejando las sandalias en la arena, se lanzó al agua. Después de disfrutar del baño, cuando vino a buscar su ropa, se encontró con que las sandalias habían desaparecido: se las había llevado el mar. Se esforzó en buscarlas, con la ayuda de los amigos, pero tan solo localizaron una. Por tanto, volvió a casa cojeando y con un pie desnudo:

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