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70 —Quisiera ser como Fray Donato. —¿Lego? No, no, lego no. Necesitamos sacerdotes. A José Luis le pareció bien y en ello quedaron. Esta es una característica que ha tenido desde la infancia: buena conformidad. Quería vivir a la manera de aquellos capuchinos que le había parecido apropiada para él. Pero no se atrevía a expresarlo en casa. Cuando lo mencionó por primera vez, su padre, Isidro, le aconsejó que antes de tomar decisión alguna, lo pensará durante un año. Así lo hizo, pero su determinación era cada vez mayor. Como le resultaba difícil plantearlo, fue Fray Dionisio de Unanua el encargado de hacerlo. Los padres no pusieron objeciones, pero seguían queriendo que se lo pensara de nuevo: —¿Te das cuenta de lo dura que es la vida de los capuchinos? ¿Lo has pensado bien? Aquella decisión en realidad fue dura para Isidro Ansorena. Había sembrado en su familia la afición a la música. También había desarrollado entre sus hijos la práctica del canto y, aunque no lo había manifestado de forma directa, tenía la secreta esperanza de que alguno de ellos seguiría también su camino de txistulari. Había dado clases de txistu a Iñaki, pero este, aunque tocó en algunas bandas y grupos de danzas (Schola Cantorum, en la Banda de Txistularis de la Diputación,…), no desarrolló afición especial por el instrumento y se inclinó más hacia el mundo coral. Joskin nunca llegó siquiera a coger el txistu, porque en la infancia tuvo problemas respiratorios. José Luis, por el contrario, había cogido por su cuenta un instrumento de boj en casa y había comenzado a salsear con él a los diez años de edad. Rápidamente aprendió a interpretar algunas melodías. En el centro de la Juventud Antoniana , situado en los bajos de la iglesia de capuchinos, en el intermedio de una función de teatro en el año 1940, con tan solo doce años de edad, realizó su primera actuación en público: “ Vamos a tener el honor de escuchar al

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