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68 cocinera, repostera excepcional. Sus pastas de coco, las lenguas de gato, las galletas de almendras eran de auténtica maestra pastelera. Pero siempre las elaboraba para obsequiar a los médicos que atendían a la prole familiar o para personas con las que, por alguna razón, había que cumplir . En las escasas ocasiones en que ejercitaba sus habilidades pasteleras, todos los miembros de la familia solían quedar a la espera de recoger las migajas que quedaban o rebañar el recipiente donde había preparado los dulces. Su hermana Consuelo cree que posiblemente la razón por la que José Luis comenzó a acudir a la iglesia de los capuchinos –y decidir así su futuro– tiene que ver con la comida. Su hermano Iñaki confirma, porque él también anduvo por allí, que solían repartir los recortes de pan ácimo de las formas sin consagrar. Pero Consuelo agrega un dato: los apetitosos bocadillos que se repartían a los monaguillos. De chorizo, de chocolate, de tortilla,… En aquella época un auténtico lujo. Cuando llegaba a casa, los demás hermanos le preguntaban: ¿de qué ha sido hoy? Y pasaban verdadera envidia. En festividades señaladas en esta iglesia de los capuchinos se ofrecían funciones religiosas de gran solemnidad que atraían muchísimos fieles. La Novena de Nuestra Señora de Lurdes, titular de la iglesia, que se llenaba hasta los topes, la más relevante. Cuando se ocupaban todos los asientos, solían estar preparadas en un rincón unas sillas plegables que controlaban los monaguillos. En cuanto veían que alguien deseaba silla y no la localizaba, se le acercaban con ella y permanecían a su lado a la espera de la propina correspondiente. José Luis, cuando llegaban estas ocasiones, no perdía el tiempo. Marchaba disparado a la panadería de la calle Hernani, donde a cambio de aquellos céntimos le darían un enorme pastel inglés. Los niños de la época cantaban: “ Pastel inglés, parece mierda y lo es ”. No les faltaba algo de razón, porque el voluminoso comestible se elaboraba con el arrejuntamiento de las pizcas de pan, rosquillas, y todo tipo de sobras de la víspera. Pero resultaba muy práctico para aplacar las permanentes ganas de comer con que vivían. José Luis recuerda de otra forma su llegada a la iglesia de los capuchinos. Él quería aprender a ayudar en la misa y se lo

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