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63 “ Jarri mahaia 4 ”, porque venía hambriento. Siendo un hombre ocupado –en la dura posguerra no era fácil mantener una familia de nueve hijos–, siempre tenía una sonrisa para quienes encontraba en casa y especialmente para su esposa. La familia constituía su más preciada riqueza. La que le ayudó a sentirse fuerte en las complicadas situaciones que le tocó vivir. Solamente os oigo cantar Una mujer que vivía en el segundo piso de la misma casa que los Ansorena Miranda, en la calle Hernani, Teresa Merino, les solía repetir: “ En vuestra casa sois tantos y nunca se escucha el más pequeño grito. Solamente os siento cuando hacéis música y os oigo cantar ”. La política no centraba la atención de la familia. Isidro se sentía vascófilo y nacionalista, pero nunca se hizo notar, por una razón importante para él: creía que su puesto de director de los txistularis municipales le exigía estar al servicio de todos los donostiarras, y una actitud muy beligerante podía ser obstáculo para el trato con algunas personas y grupos. Con la guerra el ambiente se tornó muy difícil. A Isidro el Ayuntamiento le impuso un castigo 5 , como consecuencia de una denuncia, y esto tuvo consecuencias en la vida familiar. José Luis y algunos hermanos pudieron ver cómo sus padres quemaron la ikurrina que tenían en casa por miedo de que hubiera un registro. Asimismo, Isidro tuvo que entregar a las autoridades la escopeta de cazador que tenía. Y, si en aquella casa la lengua habitual había sido el euskara, quedó desde entonces casi reservada a las conservaciones del matrimonio entre sí, en bajo volumen además. Por ello, 4. “ Poned la mesa ”. 5. El oficio del Alcalde Antonio Pagoaga, de fecha 18 de junio de 1938 decía así: “ Tengo el gusto de poner en su conocimiento que el Ayuntamiento Pleno en sesión de 14 de junio ha acordado declarar a V. suspenso de empleo y sueldo por tres meses… ” Finalmente, ante su queja por escrito, el castigo le fue levantado y el Alcalde incluso le ofreció darle noticia de quién había puesto la denuncia. Pero se negó a saberlo, porque no deseaba alimentar en su interior ningún resentimiento contra nadie.

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