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lacios de Irurita y de Jaureguízar en irurita y al barón de Beorlegui en Arizcun, de igual modo que otros a los señores de los palacios de Zozaya, de Ursúa y de Jarola. A este . segon un detalle inquietante: «aquellas casas llamadas los christianos», que Johanicot de Lanz, cristiano y cu- ba y su hijo Petrico de Elvetea, asimismo cristiano y cubero, reciben a censo perpetuo de Martín Périz, señor del palacio de Jarola en Elvetea. ¿Filtración de judíos conver- sos? En todo caso, no son baztaneses ni de origen ni por vecindad, sino simples moradores. Otras causas hubo, además de la generosidad de ciertos palacianos y de los premostratenses, que determinaron aquella eclosión demográfica: el gran empuje agropecuario promovido por el monasterio de Urdax; la extraordinaria actividad de sus ferrerías, vieja y de baqueola; solamente aquélla proporcionaba empleo y a más de 200 tra- bajadores, entre ferrones, oficiales, trajinantes y carbone- ros; la facería firmada con Valderre:en 1505, que gradual- mente fue ensanchándo las posibilidades ganaderas y fores- tales de Baztán por los montes llamados Alduydes; y las fortunas que, desde finales del XVII, fueron amasando em- presarios y comerciantes baztaneses en la capital de las Españas y en la plaza consignataria de Cádiz. Si se reducen a número de moradores las estadísticas vecinales, puede calcularse el número de habitantes en Baz- tán, a principios del siglo XVIII, en 7.500, cuando el total de los peninsulares no rebasaba los ocho millones y medio. En 31 de diciembre de 1887 se había alcanzado la cota de 9.689 (31 de diciembre). En 1958 había descendido a 9.552; y en 1972, a 9.005, que se distribuyen en la forma siguiente: Elizondo, con sus barrios de Berro, Echaide, Anzamborda y Bearzun, 2.851; Almándoz, 330; Arizcun, con los barrios de Pertales, Aincialde, Ordoqui y Bozate, 832; Berroeta, 198; Garzáin, con Echerri y Aristegui, 304; Errazu, con Goros- tapolo e Iñárbil, 709; Lecároz, con los barrios de Ohárriz, Huarte y Arosteguía, 569; Irurita, 961; Oronoz, con Mugaire y Zozaya, 507; Aniz, 82; Ciga, con Zurrauren, 358; Azpil- cueta, con Apayoa, Arribiltoa, Zuaztoy y Urrasun, 332; Arrá- yoz con Mardea, 336; Elvetea, 296; y la recién incardinada villa de Maya, 367 habitantes. Viven la mayor parte en los núcleos que dan nombre al lugar; menos, en viviendas dispersas y en agrupaciones de caseríos (hasta 22), distintas de los barrios que se men- cionan. Si Baztán hubiera acusado una explosión biológica aná- loga a la peninsular, su censo actual debiera frisar en los 30.000 habitantes. Pero su curva va declinando hacia los puntos nodales. A 82 nacimientos y 67 inmigrantes hacen desfavorable contrapeso las 91 defunciones y los 85 emi. grantes del mismo año 1972. Esta emigración, registrada en el catastro, no es como antaño a tierras de ultramar, sino a otras ciudades y regiones hispanas. Hoy no llegan a 12 por año los muchachos que buscan su ventura por las pampas y las sierras de allende los mares. La evolución moderna de la vida, con su tendencia al urbanismo, provoca directamente el éxodo rural. Funcionan algunas industrias y talleres que contribuirán a mantener el actual nivel demográfico, pero no a elevarlo: la industria zapatillera, la de caolín, la de tejidos, la de revestimiento de cables, las dos panificadoras, la de ceras cáusticas y naturales; hay asimismo varios talleres para reparación de coches y ciclomotores, tres o cuatro granjas de estabulación ganadera y más de un centenar de establecimientos comer-

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