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tanés que hizo el informe al fisco real, dos cereales que ya no prosperan: el mijo, que, desde finales del siglo XVIII cede ante el maíz; y el trigo, que parece menos rentable que el pan de la panadería. Apenas se consume tampoco, salvo circunstancias, la borona o torta de maíz. El ager baztanés comprende unas 5.000 hectáreas. Para mayor exactitud, y hasta para mayor claridad, si es nava- rro el que esto leyere, trascribimos su distribución en ro- badas: prados, 38.663; secano, 12.477 y huertas, 676 robadas. Las hortalizas (puerros, acelgas, judías, lechugas, achicorias) son como el clima: de gozosa suavidad. FAGERIAS Entre las entidades pirenaicas de economía pastoril, trascurrieron siglos hasta ponerse de acuerdo sobre sus tierras jurisdiccionales. Quizá se fueron definiendo sus hi- tos linderos durante la primera edad media. Todavía en el fuero viejo de Navarra se legisla sobre el aprovecha- miento de montes por más de un centro de población, por- que «ay muitas villas que no cognoscen los términos»; y sus ganados podían pastar en ellos «como si fuessen una vezindat ambas villas». Ese debió de ser el primer estilo de compascuidad facera, aunque ni Baztán ni sus aledaños ofrezcan testimonio. Fuera del valle, un pueblo navarro tam- bién ganadero, Lezáun, lo mantuvo en algunos de sus mon- tes hasta hace 30 ó 40 años. Facería documentada, al menos desde Carlos lil el No- ble, y que parece remontarse hasta el siglo Xll, es un convenio de pastos entre entidades administrativas de fronteras bien delimitadas. A lo largo del espinazo pirenaico tuvo una singular repercusión por el carácter internacional del compromiso. En aquellos tratados, los representantes de comunidades fronterizas solían acordar estas cláusulas: nú- mero de cabezas de ganado que podían pastar de sol a sol en los términos comunes de ambas, en determinadas épocas del año; guardas o costieros y jurados que tenían facultad de secuestrar el ganado que se desmandase; car- nereamiento o multa por el rescate; explotación de piedra caliza (caleras) para los campos; y, lo que es más notable, inspección de límites y reposición de hitos, quebrados o arrancados, con la única garantía, nunca falseada, de las comunidades faceras. Hoy, para reponer un hito o mojón de esos, no más internacional que los de antaño, hay que recurrir a los ministerios respectivos de asuntos exterio- res. Nunca como entonces se mantuvo rígida y enhiesta la frontera entre España y Francia sin fuerza pública de armas. Si en los montes Alduyde y Quinto Real fue tan adversamente elástica, con mengua progresiva de la por- ción española, cúlpese a que los Alduydes fueron quinteros o realengos, según reconocieron los baztaneses en su im- o al procurador patrimonial, Martín Iñiguez de illava. Razones de estos convenios: primera y principal, según en ellos se afirma, la de armonía, concordia y buena ve- cindad entre las partes contratantes. Cuando apenas exis- tían cercas ni vallados, graneaban los conflictos. Item más, los pastos del llano y los de la montaña son pastos esta- a A
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