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con el paso de Berdáriz y el capricho geológico del Arriku- lunka o roca basculante; los picos de Gorramendi y Gora- makil sobre los que estuvo montado el observatorio de radar, por la amplitud de su panorámica; el monte Autza (1.410 m.), el Iparla, el Okoro, que por el flanco meridional montan guardia permanente. Sobre el conglomerado cuarzoso se va desplegando el leve manto vegetal de los bosques, monte bajo, fenerales v tierra de cultivo del valle baztanés, en ondas roqueñas de caliza (mármoles de Almándoz), ofita y arenisca roja (Ezquiz, Iñarbegui), caolín (Velate), baritina (Oñaxca), a lo largo y ancho de 359,86 kilómetros cuadrados, más los 13,99 que se le agregaron desde primero de abril de 1969, con la incardinación de la villa de Maya. Un 83 %, de todas las tierras son término comunal (unas 28.385 hectáreas) que se halla destinado a bosques (más del 43,5 %,) pastos de monte bajo (unas 17.221 hectáreas) y helechales (no más de 1.542 robadas). Prevalece el ha- yedo de explotación (7.439,55 hectáreas) y de replantío o jaral de haya (4.938 robadas), sobre el roble de trasmocho (2.128,3 hectáreas) que ha sido la gran víctima, pese a ciertas plantaciones de roble americano, y sobre el castaño y la conífera (453,3 hectáreas), de la que se prefirió el alerce japonés y el pinus insignis. Hay otras manchas arborescentes en que alternan el roble con el haya (183 hec- táreas), el castaño con el roble (103 hectáreas) o con el haya; y los jarales de roble y castaño. El retroceso del bosque ha sido alarmante. En menos de un siglo padeció una mengua de 3.000 hectáreas. Choca este declive forestal con la preocupación que por el arbolado mostraron los baztaneses en sus Ordenanzas, cotos y paramentos. Diez capítulos de las Ordenanzas viejas y todos, menos tres, de las aprobadas en 1723, versan so- bre política forestal. Se mimaba especialmente el robledal, porque «con las dichas plantaciones se asegurará la conve- niencia y utilidad del pasto tan necesario para el manteni- a 438