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monásticos, Urdax y Zugarramurdi. No parece pueda invo- carse la razón económica, pues que tantos privilegios les venía concediendo dicho valle en el aprovechamiento de sus bosques, pastos, aguas y hierbas comunales. Tal vez si se hubiera acomodado a sus deseos, hubiera evitado al- gunos conflictos que, por mengua de expansión vecinal, salpicaron su área geográfica. Por una parte, el monasterio de Urdax llegó a atribuirse hasta 135 seles en término de Baztán y a constituir en el propio Elizondo una granja, con sus bosques, cultivos, casales, no menos importante que la de varios palacios de armería. El solar mismo sobre el que se asienta la actual casa ayuntamiento, se lo hubo de comprar el valle por 380 ducados (22 de febrero de 1696). Los bustos o vacadas monásticos de animelia, gorrelia, mi- chelia, habían alcanzado tal empuje, que al fin, por evitar conflictos y carnereamientos y frenar tan temible compe- tición, Baztán y monasterio hubieron de firmar una concordia (año 1584) por la que a cada uno se limitó su término jurisdiccional, recuperó el valle los seles o majadas, salvo 27 y se redujeron los bustos monacales a sólo el de go- rrelia. Problema no resuelto es por qué todos los núcleos de población del valle se asentaron, hasta época moderna, entre los collados o puertos de Velate y de Otsondo o de Maya. En este último, el rey de Navarra cobraba derechos de peaje, cuyo producto destinó Teobaldo ll a pitanza de los frailes de Urdax en el día de su aniversario. Otro peaje, propiedad de los Jaureguízar hasta finales del siglo XIll, se cobraba en Añoa o Ainhoa, condominio anglonavarro hasta la liquidación de la Guerra de Cien Años. ¿Por cuánto tiempo escapó a la jurisdicción baztanesa dicha vertiente de ultrapuertos? Quizá para evitar futuras vacilaciones dejaron bien expresado, en su Executoria de 1440, que, por aquella parte se extendían sus tierras hasta las mismas fronteras de Labort o Laburdi. No recayeron sobre esta zona las consecuencias más graves de su política demográfica. Las más catastróficas, Ba definitivas, se abatieron sobre los Alduydes o Quinto Real. Tal vez por granjearse un aliado contra las continuas in- cursiones de los baigorrianos, gobernados por el vizconde de Echaux, había otorgado Valderro al valle de Baztán fa- cería de sol a sol en diez seles o bustalizas de los términos, yermos y monte de Alduyde, a cambio de un derecho recí- proco en los comunes baztaneses (8 de junio de 1505). Y de aquella facería fueron derivando, por el simple uso y costumbre, unos disfrutes pastoriles que dotaron a Baztán de una situación anál a la de Valderro. Y de una facería, que tantas venturas le brindaba, se originaron asimismo unos laberintos de pleitos, reyertas, secuestros de ganado, cho- ques y resentimientos, que tuvieron enredado al valle baz- tanés por más de trescientos años. En cierta ocasión (mayo de 1695) el propio virrey de Navarra, D. Baltasar de Zúñiga y Guzmán, marqués de Va- lero y Ayamonte, harto de tantos desafueros de nuestros vecinos ultrapirenaicos, lanzóse monte arriba, al frente de 300 baztaneses armados, y quemó y demolió casas, molino, bordas y sembrados del monte Alduyde, «que ocupaban franceses en el término que llaman Jaurmendia, que es privativo de España». Pues por privativo de España que, a tenor del acuerdo internacional entre Luis XIll y Felipe 111 fuera el término de Jaurmendia, sobre él se asentó y con- tinúa asentada, la iglesia parroquial del actual pueblo de — 1 —

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