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de un año lo pueda sacar por el tanto; y si el pueblo no quisiere, la Valle» (Inserto en el cap. 56 de las Ordenanzas de 1603). Más aún: llega a prohibirse la introducción de toda nueva vecindad (Ordenanzas de 1696, cap. 61), con tal rigor, que el alcalde y el escribano estaban obligados a asentar en un libro los moradores ya afincados, mas no avecindados, «por excusar el que sus posseedores aleguen con el trascurso del tiempo ser vezinales». En el archivo del valle se conserva alguno de estos procesos de hidalguía. Pedro de Múzquiz, abuelo materno del virrey Mendinueta, hubo de probarla cuando gestionó su vecindad, por boda con Catalina Goyeneche, de Elvetea. ¿Por qué esta política restrictiva? ¿Simple orgullo de sangre? ¿No será más bien temor a un desequilibrio entre los menguados recursos económicos y el aumento acele- rado de la población? Por uno y otro motivo, el económico y el hidalgo, riñó el valle de Baztán largos y costosos pleitos con las gentes Ñ Y AO 1/N nf ST Di | pa z "A A de Urdax y de Zugarramurdi, empeñadas en incardinarse a su universidad solariega; pero las autoridades baztanesas y el pueblo en concejo, les negaron tenazmente cualquier pretensión de avecindarse con ellos. ¿Cómo unos simples collazos monacales osaban avecindarse con ellos? Hasta el abad, fray Joseph de Elizondo, se creyó obligado a terciar en la contienda. En carta abierta al concejo de jurados y vecinos del valle (1618) aseguraba que las intenciones cedían en «crecido agravio» de la limpieza e infanzonía, oriunda y nativa de los baztaneses, «haciéndose ellos de la condición y calidad de los naturales de Baztán». Cierto que en aquella ocasión importaba al abad premos- tratense la actitud de la noble universidad contra los pini. tos autonomistas de Zugarramurdi, que andaba buscando Pm la jurisdicción civil y criminal del monasterio de rdax. Difícil es pronunciarse sobre las ventajas y desventajas de la oposición baztanesa a la anexión de ambos enclaves

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