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Raro es en trovadores y en troveros el tema de inspira- ción religiosa, si exceptuamos los cantos de cruzada. Con un sentimiento más pagano que cristiano, se recurre a Dios en las convencionales «chansons d'amour», para que ablande el corazón de la dama, cuya posesión estiman como un paraíso. Desde mediado el siglo XIIl, y por influjo principal- mente de franciscanos y de dominicos, rompe una floración de cantigas y de lais marianos, que son a veces simple trovar a lo divino de viejas canciones de amor. Teobaldo, al fin de sus días, cantó con acento de since- ridad cristiana el pesar de sus yerros y su esperanza en la excelsa Señora: Mere Dieu, par vostre doucor Du bon fruit me dones savor, Que de l'autre ai je senti plus D'onques, ce croi, ne senti nus! Madre de Dios, por vuestra dulzura dadme del buen fruto gustar; que del fruto malo, nadie aún ha gustado como yo; bien lo podéis creer. Con esta súplica cierra una larga meditación sobre los frutos ácidos que nos vinieron por Adán y Eva y sobre el fruto sabroso, la gracia (fruit de Nature) que por María, la flor preciosa, nos llegó a los humanos. En forma antiestrófica, de secuencia, compone Teobaldo un lai mariano, con resonancias de salmo penitencial: Commencarai A fere un lai... Comenzaré un lai a componer de toda excelencia. Mucho me perturba, pues tanto dolor he padecido, que mis canciones se resuelven en llanto. Amorosa Virgen Madre, si vos mostráis tardanza en suplicar a mi Señor, bien debo tener espanto del diablo, del felón, que en la negra prisión, nos quiere encerrar, de do nadie puede escapar. Y yo he pecado, dulce Señora, hasta perder el alma y cuerpo, si vos no me ayudaseis. Dios bondadoso, tened misericordia de mis viles pecados! ¿Quién hallará perdón, si ella os lo deniega, que es tan poderosa? Señor, olvidad vuestra justicia y distended vuestro arco, para que en nosotros vuestra misericordia triunfe. No nos podemos valer; mas pues sois omnipotente, de vuestros siervos habed piedad.