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A) Dame, ensi est... (julio-agosto de 1239, antes de em- barcar en Marsella). Señora, yo tengo que partir y dejar E amable tierra en que aprendí a sufrir tantas desdichas. Justo es mi enojo al dejaros Dios, ¿por qué hicisteis la tierra de ultramar, que a tantos enamorados separa, que no serán por su amor consolados, que no podrán revivir sus gozos venturosos? No podré yo vivir sin mi amor; tan fijo en él tengo mi pensamiento; ni puede mi leal corazón de él arrancarse. Allá estará siempre do él quiera y anhele. Demasiado aprendí a amar para ya saber cómo podré vivir sin tener presente a la más amada que hombre alguno jamás desear pudo. No sé cómo de ella alejado podré sentir bien, ni consuelo, ni gozo: que jamás fue mi pena tanta como dejaros, cual si nunca volviera a veros. Grande pesar he y desvanecimiento. Mucho habrá de afligirme esta empresa acometida, cuando vuestra dulce voz recuerde. Iv Bendito Señor Dios, a quien me dirijo: por vos dejo lo que tanto he yo amado. Florido galardón espero cuando por vos mi corazón y mi ventura pierdo. Pronto y guarnecido estoy para serviros; a vos me rindo, bendito Padre Jesucristo. . No podría mejor dueño tener; porque nadie en vuestro servicio es traicionado. v Dolor y gozo mi corazón oprimen: doliente estoy porque de mi dama me parto; gozoso, porque mucho deseo servir a Dios, que es mi cuerpo y mi alma. Este amor es firme y poderoso, que deben los cuerdos cultivar; es el rubí, la esmeralda, la gema que los viles pecados sana hediondos. vi ¡Señora, de los cielos grande y poderosa reina, en mi gran necesidad dadme socorro! de vuestro amor en mí la llama prenda. Pues una dama perdí, una dama me valga. (Acerca de las virtudes curativas de las piedras precio 50) escribió el «Lapidario», su coetáneo Alfonso X, el Sa- io).
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