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Cuando la vi asustarse tan grandemente que ni osaba mirarme ni mudar de semblante, comencé yo a cavilar de qué modo podría del todo enamorarla doblegar su actitud. ntéme en tierra cabe ella. Cuanto más miro sus ojos más mi corazón palpita, y enciende mi deseo. Iv Comencéle entonces a rogar con las más dulces palabras que se dignase mirarme y hacerme otro semblante. Comenzó ella a llorar. Y a decirme estas razones: «No os puedo yo escuchar; no sé cuál es vuestro querer». Respondíle suplicante: «¡Hermosa mía, por Dios, merced!» Rióse ella y respondió: «¡Dejaos de requiebros!» v Llevéla entonces al punto a un seto verdeante, Apenas tendí una mirada oyóse gritar a dos pastores que huyendo por un campo de trigo venían, Tuve entonces por cordura dejarla al pronto y fugarme como si la niña no me importara. CANCIONES DE CRUZADA Sólo una, escrita entre Lyon y Marsella (año 1239), vi- bra con acentos de cruzado que a todo renuncia por resca- tar los Santos Lugares: Seigneurs, sachiez: qui or ne s'en ira En cele terre ou Deus fur morz et vis... (Se publicó traducida en esta misma colección, n.” 14, p. 19). En las otras canciones o predomina por entero el re- cuerdo de su dama, como en Li douz pensers et le dous souvenirs... o lo evoca relevante, por mejor ponderar la heroicidad de su aventura, como en la que comienza: Dame, ensi est qil m'en couvient aler et departir de la douce contree... fea DER
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