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Qui plus aime, plus endure... El que más ama, más sufre... Parece la compuso hacia el año 1250, en plena con- tienda jurisdiccional; la dedica a su amigo, el caballero Raúl de Soissons, el de la cruzada a Tierra Santa y el compañero de armas de San Luis en el triunfo y en la catástrofe de Mansurah (febrero-abril de 1250). En la misiva le apremia: vuelve sin demora a Francia; y que ni árabe ni turco te retengan por más tiempo en Oriente. No todo fueron polémicas con el obispo Gazólaz en el | diario ajetreo. Teobaldo continuó su largo peregrinar entre Navarra y Champagne, aunque con alguna mayor predilec- ción por aquel reino que por este condado. En Reims se estaba levantando la suntuosa catedral gótica, que se poblará con más de seis mil estatuas y destellará de luz con los más rasgados ventanales. Teobaldo, que pese al pliego de cargos, fomentó con sus donativos muchas cau- sas pías, no podía sustraerse a aquel esplendor arquitec- tural de su condado. Tampoco era cuerdo que olvidase sus rentas señoriales. En Navarra hace construir el grandioso castillo de Tiebas y continuar la colección jurídica de su cartulario. Por su singular devoción al Císter contribuyó a su introducción en el monasterio de Leyre, con despo- jo de los «monjes negros» y a la reconstrucción del con- junto monástico de lranzu. El mayor, los jurados y el concejo municipal de Bayona le rinden pleitesía en Urdax. Desde Urdax, monasterio de su especial devoción, al que había entregado en tenencia el castillo de Askar, despa- cha una orden a los vecinos de Estella sobre pago de peaje por las mercancías que procedieran o se destinaran a San Sebastián. Desde Estella confirma diversos fueros y promete a otros tantos lugares no abandonarles «a Richombre, caballero ni hombre nacido en este mundo ni por nacer»; concede a dicha ciudad 15 días de feria y otros tantos a Tudela, según privilegio que se conserva in- tacto en su archivo municipal, con su sello pendiente, en que Teobaldo cabaiga con toda su armadura y el escudo de las cadenas «con los ñudos globosos de los encaxes». Y, probablemente en Champagne, entona sus últimas canciones de amor y aquellos lai religiosos y marianos. Blanca de Castilla muere el 1 de diciembre de 1252. ¿Fue su muerte una última razón de desengaño? Faltan alusiones. Al año siguiente, julio de 1253, partía de esta vida Teo- baldo. «Falleció Teobaldo ——concluye Goñi Gaztambide— excomulgado por el papa, el concilio provincial y el obis- po de Pamplona, ignorándose si se reconcilió con la lgle- sia» (Los obispos de Pamplona del siglo XI). No parece armonizarse esta sentencia del docto historiador con los elogios del trovador Annelier ni con el epitafio del P. Mo- ret. Murió en Estella o en los palacios del obispo de Pamplona —escribe Moret— «como Principe muy catho- lico, religioso y pío». «Os juro a fe mía —cantó el tolo- sano— que por su acierto en gobierno y por su porte cautivador bien se había merecido otros dos reinos». ¿Acaso no suspendieron una vez más los jueces apos- tólicos la aplicación del entredicho? Su cuerpo fue sepultado en la catedral de Pamplona, en donde Teobaldo ll mandó erigir un suntuoso monumento; pero su “corazón, de trovador palatino, fue devuelto, en urna de cobre esmaltado, a su Champagne natal. Polvo «Mi A A AAA AUS

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