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Dedicó Teobaldo aquel año de 1234 a recorrer pue- blos de Navarra. Desde Estella confirma, en el mes de julio, los fueros de Baigorry. En octubre recibe el home- naje de Remón Guillén, vizconde de Sola (Zuberoa); en noviembre pacta una tregua con el obispo de Pamplona, Pedro Remírez de Piedrola, sobre la entrega de castillos, villas, posesiones y bienes arrebatados a su iglesia por Sancho el Fuerte; y para mediados de febrero de 1235 se hallaba de nuevo en Provins. En marzo de dicho año, el propio obispo Piedrola reconoce deber a Teobaldo |, 12.666 sueldos y ocho dineros de sanchetes por mil cahíces de trigo que le había vendido el monarca; y le ofrece en prenda y tenencia por lo adeudado «aquels mens palacis uieiltz que io ei en la ciptat de Pampalona..., los quals palacis son clamatz los palacis de la glesia de lhesu Crist», o construcciones anejas a la mal llamada capilla de don Pedro de Roda. Ante el temor de un ataque aragonés, concertó Teobal- do alianzas con Fernando lll de Castilla y prometió en matrimonio para Alfonso el Sabio a su hija Blanca, que anteriormente se había desposado con Eudes, duque de Borgoña. Tampoco celebró bodas con el castellano, sino con Juan el Rojo, conde de Bretaña. Y ese incidente fue causa, según el trovador Annelier, de discordias entre las coronas de Navarra y de Castilla. El rey Alfonso, des- pechado por el desplante, habría jurado —según dicho tro- vador— pasar a fuego todo el reino de Navarra y cortar la mano de su rey Teobaldo, como no le diera cumplida satisfacción, Durante su permanencia en Champagne intenta Teobal- do recuperar sus derechos sobre los condados de Char- tres, Blois y Sanzerre, enajenados temporalmente a la co- rona, por las 40.000 libras anticipadas. Al fracasar sus re- querimientos, recurre a las armas. Convoca a sus leales para el 10 de junio de 1236 en la ciudad de Meaux. Luix I1X, por su parte, había hecho otro tanto (St Germain- en-Laye, 8 de junio), so pretexto de que Teobaldo había infringido una ley feudal, por haber entregado a su hija en matrimonio sin la previa autorización de su señor na- tural, el rey de Francia, Creo que la oportuna intervención de Gregorio IX salvó al pueblo galo de una guerra civil; porque fueron muchos los nobles (condes de La Marche, de Blois, de Saint-Paul, etc.) que, recelosos del poder real, hicieron causa común con el de Champagne, En su bula a los obispos de París y de Langres y al abad de Claraval, representaba el romano pontífice que Teobal- do se había cruzado para Tierra Santa y que, a mayor abun- damiento, en su consistorio de cardenales se había to- mado el acuerdo de proclamar cuatro años de paz o de tregua, con excomunión contra el que la quebrantara. Luis IX, vacilante entre su respeto a la Iglesia y su concepto de la realeza, renunció a la guerra; pero exigió de Teobaldo la entrega de varios feudos y el pago de los gastos que con su rebeldía le ocasionara. Y además se quedó definitivamente con aquellos otros tres valiosos condados. En uno de ellos, en el de Chartres, se estaba realizando la grandiosa reconstrucción gótica de su ca- tedral, parcialmente devorada por un incendio. Otro incendio, de índole política, amenazaba su trono cuando Teobaldo regresó a Navarra por el mes de sep- tiembre de 1236. Los infanzones de Obanos se habían confabulado. El obispo Remírez, en un intento de recon- ciliación, estuvo a punto de perder la vida cuando se pre- 2
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