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tado por su versatilidad y por su balanceo entre la rea- leza y la a al margen de la aristocracia, le aco- saron de injurias por cobarde al renunciar a Yolanda, sus- citaron de nuevo la cuestión sucesoria al condado de Champagne y asaltaron, saquearon e incendiaron sus ciu- dades, castillos y viñedos. Por sus intrigas lograron que Alix, reina de Chipre, prima y rival de Teobaldo, desembar- cara en Francia a principios del año de 1233. Merced a la intervención de Blanca de Castilla y de su hijo el rey, cesaron los barones en sus depredaciones y aceptaron por el momente la solución de uno de los conflictos: la reina de Chipre, Alix, primogénita de Enrique ll de Champagne, renunciaba a sus derechos condales a cambio de 40.000 libras que Teobaldo debía entregarle en mano, más una renta vitalicia de 2.000 libras anuales. Luis IX hubo de adelantar esas 40.000 libras; pero con la garantía de los condados de Provins, Chartres y Sanzerre y del vizcon- dado de Chateaudun, que incorporó definitivamente a sus dominios reales. En vano los reclamará Teobaldo, ni aun a cuenta del tesoro que hallara en las arcas de su tío, Sancho el Fuerte. Teobaldo dedicó una de sus canciones a Yolanda; y el 29 de septiembre de aquel mismo año de 1232 se desposó con Margarita, hija de Archambault, IX conde de Borbón, simple condestable de Champagne. De ella tuvo siete hijos, entre ellos a su sucesor, Teobaldo V de Champagne y Il de Navarra. Tampoco faltaron a aquel enamoradizo conde frutos de sus galanterías, como aquella doña Be- renguela, abadesa de San Pedro de Ribas (agustinas de San Pedro, cabe el Arga). TEOBALDO 1 DE NAVARRA Aunque se le señalen no menos de cuatro hijos bas- tardos al héroe de las Navas, no consta ni que llegara a malogrársele alguno legítimo. Fue su inmediato sucesor, más por la diplomacia materna que por imperativo heredi- tario, ese aborrascado conde palatino, Teobaldo IV de Champagne, hijo de Blanca, la hermana de Sancho el Fuerte, Quizá por iniciativa del rey navarro hubo, desde 1222, en el castillo de Troyes y en Provins, pajes y cor- tesanos del reino pirenaico, como los ballesteros Sancho y Guillermo de Pamplona; el clérigo Pedro de Pamplona, al que nombró Teobaldo preboste del cabildo de Notre- Dame-du-Val de Provins; otro clérigo, García de Pamplona, que fue preboste de St. Quiriace de Provins; y, como canciller de Champagne, Ramiro, hijo bastardo de Sancho el Fuerte y obispo electo para la silla pampilonense en 1220 Según Cronicón tudense, cuando llegó a oídos de Blanca y a Teobaldo que el rey padecía enfermedad de muerte y que un grupo de infanzones navarros se disponía a recusarlos por extranjeros, el joven conde, intrépido y esperanzado, cruzó los Pirineos, se presentó en Pamplona y requirió el homenaje y hasta su reconocimiento como soberano, Irritóse su tío, el Fuerte, se sublevaron muchos nobles y el soñador Teobaldo tuvo que repasar la fronte- ra, El rey Sancho invitó al de Aragón, Jaime el Conquis-

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