BCCCAP00000000000000000001749

beranía. Más que un bálsamo de paz fue aquel artículo 12 del tratado Madrid-Utrecht un cáustico en las relaciones his- pano británicas; pues aunque el número de bajeles despa- chados desde los puertos ingleses al continente americano fue aumentando considerablemente desde los mismos preli- minares de las paces (año 1711, 3.750 naves; en 1714, 6.614), las continuas reclamaciones de la corte española por frau- des, deudas y corso insolentaron el humor flemático de ban- queros y contrabandistas, que fueron unos, y el clamor del parlamento y de la calle arrancó al primer ministro Walpole de su diplomático pacifismo. VIRREY DE SANTA FE Aunque sólo fuera por orgullo de recién entronizado y en tierra extraña, podía sospecharse que nunca acabaría Feli- pe V de dirigir la humillación de Utrecht-Rastatt. Lo que quizá suscitó la extrañeza, más que la alarma de las cancillerías europeas, fue aquel alarde reivindicativo de nuestro «primer ministro» Alberoni, que en 1717 (agosto-septiembre) arreba- taba Cerdeña a los austríacos y en 1718 (julio-agosto) la isla de Sicilia al duque de Saboya. Al coronel don Sebastián de Eslava se encomienda la organización táctica y disciplinar del regimiento de Asturias, que se distinguió por su bravura en el cerco y rendición de Mesina (30 septiembre 1718). Alberoni había buscado, con el tratado de comercio de 1715, ganarse la neutralidad inglesa, a cuenta de nuevas conce- siones en el privilegio de asiento (venta de vituallas sobran- tes de la travesía) y en el de navío de permiso (600 tone- ladas anuales). Pero Inglaterra replicó, cuando el asalto de Cerdeña, con la formación de la triple alianza (Inglaterra, Francia, Austria); y cuando la conquista de Sicilia, con el hundimiento, sin previa declaración de guerra, de nuestra escuadra frente al cabo Passaro (entre Sicilia y Malta) y con la formación de la cuádruple alianza, a la que finalmente hubo de adherirse el propio Felipe V, después de retirar el real beneplácito a su excelente colaborador, el cardenal Julio Alberoni. ' Don Sebastián de Eslava hubo de abandonar Sicilia cuan- do el jefe de la expedición, marqués de Lede, buen estratega y valeroso combatiente, se vio precisado, por orden de Fe- lipe V, a firmar la entrega de la isla (6 de mayo de 1720), que el congreso de Cambray había adjudicado al: emperador austríaco. De nuevo puso en ascuas el intendente Patiño a las can- cillerías europeas cuando mandó concentrarse en Cádiz, a las órdenes de los generales Grillo y Lede, la tropa reem- barcada en Cerdeña y Sicilia. Objetivo: Ceuta, cercada por los marroquíes. Desalojado el enemigo de sus trincheras y puesto en fuga hasta el desierto, tuvo que reintegrarse el ejército expedi- cionario a la península, por los recelos británicos que des- pertaba su estacionamiento frente a Gibraltar, Con él había cooperado el coronel Sebastián de Eslava en la victoria sobre los marroquíes, como años más tarde (julio-agosto de 1732), ascendido a brigadier, en la gloriosa reconquista de la plaza de Orán. Dirigió esta última operación don José Carrillo de Albor- Y

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz