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mucho de tabernas); dio «modernas y útiles ordenanzas» referentes al quinto real de las perlas de Riohacha. Del último quinquenio de S. E. —escribe Berástegui en la rela- ción de gobierno— resulta un aumento de la real hacienda de 1.413.178 pesos y 12.029 castellanos de oro, que, con lo arqueado en las cajas de Portobelo y Panamá, alcanza un millón y medio de pesos. Y «lo que apura el mayor elogio es no haber S.E. impuesto ni acrecentado derecho alguno, antes sí rebajado los antiguos aranceles de Antioquia y de los minerales de Guamoco». Su secreto se cifra en la hon- radez administrativa que exigió a los ministros y oficiales reales, según expresa con frase sibilina el propio oidor Be- rástegui: «Si el Almirante Colón tuvo la dicha de descu- brir estas Indias y en ellas sus inmensos tesoros, a S. E. corresponde la gloria de haber descubierto en el infecundo distrito de este Reyno los escondidos derechos de S. M., para enriquecer su Real Erario». POLITICA INDIANA No menos de seis u ocho capítulos de la Instrucción de gobierno que se entregaba a cada primer mandatario (vi- rrey o presidente), con la real cédula de su nombramiento versaban sobre el buen trato del indio, su formación cris: tiana y cultural, la organización del trabajo y la defensa contra cualquier abuso por parte de los blancos. Y en el juicio de residencia se inquiría sobre esta recomendación del monarca. De las 14 preguntas que formula el juez de residencia del virrey Eslava, la sexta está así formulada: «...si se ha mostrado celoso y cuidadoso en la instrucción, conversión y buen trato de los indios de estas provincias y bien común de ellas». Y la décima: «...si en el repartimiento de indios para trabajos de minas (la mita) o en las chacras (fincas) y otros efectos, se ha guardado justicia». La misma generosidad de un espíritu cristiano que había mostrado Eslava en la cuestión del abastecimiento de carne y que manifestó en la distribución equitativa del sínodo o sueldo entre los curas, fueran de la ciudad o doctrineros (carta de 24 de mayo de 1743 a los oficiales reales de San- ta Marta), afloró en su política indiana. Puso singular cui- dado en reducir a poblados a los indios dispersos y primi- tivos, a fin de beneficiarles con los dones de la cultura y de la religión cristiana. A los indios del Chocó, extraídos de las cimarroneras, repartió tierras «para que no careciesen de tierras en que sembrar sus maíces» y encargó se les tratase con la más benigna compasión. A los de Popayán, adscritos al labran- tío por cuenta ajena, mandó pagar real y cuartillo diarios, en vez del medio real que venían cobrando; en las juris- dicciones de Vélez y de San Gil creó sendos corregimien- tos, para que no faltase al indio pronta administración de justicia y corrección de sus excesos y de sus ausencias a la catequesis. «Nunca permitió S. E. que los indios se gra- vasen con pensión (tributo) alguna», Los indios que más dieron en que entender a Sebastián de Eslava y a sus antecesores y sucesores fueron los del Darién, avanzados contrabandistas con los ingleses; los chi- 7
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