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Bastan las fugaces indicaciones apuntadas para -persua- dirse de que no constituyó precisamente el fuero eclesiás- tico obstáculo especial para la lucha contra el comercio ilícito. Antonio de Berástegui, panegirista de Eslava, afirma que un ejército de 50.000 hombres no sería suficiente, en tan vastas y dilatadas costas, para vigilar a los contraban- distas y a los jueces y guardas encargados de su captura. Pero si Eslava no logró extinguirlo, lo volvió provechoso al real erario; porque los decomisos rindieron en las reales cajas de Cartagena 730.623 pesos y otro buen puñado en las de Mompox, Honda y Valledupar. Prometió premios y secreto a los denunciantes y liber- tad a los esclavos negros; multiplicó el número de jueces y comisionados por la costa, caños y caletas, ríos y cami- nos, obligó a los exportadores a depositar en la aduana los fardos hasta su embarque (hasta entonces, una vez pesa- dos y sellados, los retenían en sus domicilios, en donde hacían los trueques astutamente); destacó un piquete de seis soldados a caballo por la región de Valledupar, de Pe- rijá y de Riohacha; y otro, con su barquilla ligera y cadena de amarre, al puerto de Honda, a sueldo puntualmente pa- gado; mandó quemar las naves que para el contrabando se estaban armando a orillas de los ríos Apure y Masparro, afluentes del Orinoco, y levantar un fortín en el curso in- ferior del mismo Orinoco, a fin de estorbar el comercio clandestino de tabaco, cacao, añil, mulas y pieles que man- tenían los indios (y algunos que no lo eran), con las co- lonias holandesas del Esequibo y de Surimán. Y ordenó que se registrasen baúles, petacas y embarcaciones, sin excep- ción de destinatario, fuera clérigo o laico, No se redujo el fomento financiero del Nuevo Reino de Granada a la persecución áacérrima y eficaz del contraban- do, ni a la simple organización del estanco del aguardiente y distribución racional de carne y cereales; impulsó Eslava la ganadería, mejoró puentes y caminos en el camino real de Santa Fe a Honda; hizo fabricar en este último puerto fluvial y en el río Tanama, del Chocó, bodegas que rendían la una de 600 a 800 pesos a la real hacienda y la otra 100 pesos oro que valen 200 de plata. Dio buen empuje al comercio marítimo, al reducir los exorbitantes derechos que cobraban los gobernadores de las ciudades costeras y los oficiales y escribanos por las entradas y salidas de los barcos mercantes, por sus estadías y por el despacho de certificaciones sobre géneros transportados (decretos de 10 de marzo de 1745 y de 15 de abril de 1746). Salvó los paños de Guadalajara que amenazaban podrirse en los almacenes de Cartagena, al exhibirlos en las ferias de Portobelo. Su importe de venta fue de 600.000 pesos. Intervino en la real casa de moneda de Santa Fe, fundada por el español D. José Salazar Prieto; porque muchos tejos de oro se despachaban por Cartagena sin reducirlos a do- blones o moneda corriente, como era de ley, y sin haber satisfecho el quinto real, (que no pasaba de! 3 %). Al te- sorero, don Tomás de Salazar Prieto, hijo del fundador, le exigió cuenta bimensual detallada de las acuñaciones he- chas, para poder cerciorarse, por el cotejo de las entradas y salidas, de «la substancia de este Reyno y de las minas que hubiesen venido en decadencia o de los extravíos que se executasen de los oros». Puso retén especial en las bo- cas de mina de Chocó, Antioquia y Popayán. Dictó normas sobre el cobro de alcabalas de los diezmos, sobre el te- rraje de los que cultivaban tierras de realengo, sobre com- posición o tanto alzado y licencia de pulperías (tiendas con DS o de ica e iii ds dci cias

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