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en el tránsito de la provincia de Neiva a la de Santa Fe, para revenderlo a subido precio. Tal vez consiguió frenar un tanto a los clérigos en aquel tráfico ilícito; pero a juzgar por la real cédula de 1730, su experiencia en burlar la ley se remontaba a viejos tiempos. El obispo de Cartagena, el limeño Bernardo Arbiza, previno al marqués de Villar que su antecesor, D. Sebastián de Es- lava, había recurrido más de una vez a las autoridades ecle- siásticas, principalmente a las de la zona costera, para «re- gistrar las casas de los curas seculares y regulares», pre- via noticia del vicario o del propio interesado, «para evitar las excomuniones que fácilmente se fulminan contra los jueces seculares». Comerciaban con embarcaciones extran- jeras y aun de naciones enemigas, cuyos géneros de ilícito comercio introducían tierra adentro a cambio del oro y pla- ta sin quintar que les llegaba desde Antioquia y el Chocó. El arzobispo de Santa Fe, Felipe de Azúa, no tanto in- siste en el contrabando como en «la poco decente mecá- [> a TS A al ri NY l tt La MTS A RA ENT Ls ANA, nica de la venta del aguardiente», uno de los negocios más lucrativos a la sazón, y que, «pretextando el interés de los seculares» ejercían algunos clérigos: compraban a los re- matadores el precio de la puja y expendían aguardiente por su cuenta. Téngase presente que el aguardiente era una de las ren- tas estancadas a favor de la real hacienda, que no la ad- ministraba por sí misma, sino por arrendamiento al mejor postor. En tierras de indios no podía establecerse dicho estanco, aunque médicos y teólogos habían respondido a consulta de su majestad, que no sólo no era bebida per- judicial a la salud pública, tomada moderadamente, sino útil y necesaria en aquel clima. Se limitó la venta, por real orden de 14 de septiembre de 1736, a las pulperías, que pagaban 8 reales en plata por cada botija de arroba y cuar- to, y a las boticas a fuer de medicamento. Se prohibía asi- mismo mezclar en su fabricación «cal, tabaco, vallico ni otro ingrediente alguno». e ñó

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