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ac: hombres. En mucho estimaba el británico a sus compatriotas. A la llegada del teniente general, Rodrigo de Torres (24 de octubre de 1740), convocó Eslava junta de expertos, a la que concurrieron con el virrey, los dos generales de la armada, Torres y Lezo, los jefes de escuadra Andrés Reggio y Benito Antonio de Espínola, el intendente de marina don Andrés Ximénez, el teniente de rey y gobernador inte- rino, Melchor de Navarrete y el comandante de transportes Pedro Casellas. Entre los acuerdos que se tomaron en aquélla y otras juntas militares sucesivas, destacan el abastecimiento de la escuadra del teniente general Torres para dos meses y su conjunción con la francesa del marqués D'Antin, fondeada en Port Louis. El almirantazgo británico había enviado un nuevo refuerzo al Caribe con el almirante Morris. Y preci- samente entonces determinó el francés regresar a Europa con el pretexto de que su gobierno no le había facilitado víveres, sino para un mes; dejaba en su lugar a Mr. de Roquefeuille, con seis barcos de guerra. Cuando se había despedido el teniente general Torres con sus navíos de guerra en socorro de La Habana, se tuvo noticia, por el espía español de Port Royal, de que Vernon había cambiado de planes: el primer asalto se daría a Cartagena, por su importancia estratégica y por la reso- nancia internacional de su victoria. A lo largo del mes de enero de 1741 se le había incor- porado el contralmirante Chaloner Ogle, en un alarde de fuerzas navales jamás visto por aquellos mares: «ocho na- víos de tres puentes, veinticinco de línea, doce fragatas y paquebotes, de veinte a cincuenta cañones, dos bombardas, algunos brulots y ciento treinta embarcaciones de transpor- te, con más de nueve mil hombres de desembarco, que debía mandar en tierra el brigadier Wenworth; más de dos mil negros macheteros de Jamaica, un regimiento norteameri- cano y quince mil hombres de marina» (Groot, ll, 44). El ataque se preparó sin precipitación, coordinado hasta en sus detalles mínimos: división de la armada inglesa en tres cuerpos, al mando de Eduard Vernon, comandante en jefe, del experto Chaloner le y del comodoro Lestock; estudio detallado de la escuadra española como potencia y estrategia; de las condiciones meteorológicas, corrientes ma- rinas, profundidad del agua. | Pero —escribe el historiador Desormeaux— la plaza es- taba defendida por don Sebastián de Eslava, virrey de Nueva Granada, oficial no menos valiente que inteligente, que ar- día en deseos de acreditar en defensa de su patria las vir- tudes guerreras que había admirado y aprendido con la lec- tura continua de las historias griega y romana. El 15 de marzo de 1741 fondeaba la escuadra de Vernon frente a la bahía, dos leguas a barlovento de Cartagena. Como los habitantes de la ciudad parecieran desmoralizarse, Eslava mandó publicar un bando por el que se declaraba la confiscación de bienes de cuantos, hábiles para el manejo de las armas, desertaran de sus puestos. Despachó inme- diatamente 400 hombres a la Boquilla, frente a la cual ha- bian anclado tres navíos de guerra y un paquebote ingle- ses y distribuyó el resto de los defensores entre los forti- nes, castillos y muralla. Como estimulante, mandó repartir ocho barriles de aguardiente por destacamento y prometió 50 pesos de premio por unidad. El cabildo o regimiento de la villa hizo arenar las calles para que las bombas no pi- caran su pavimentado. El 17 de marzo los castillos de San José, Santiago y aná Vs

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