BCCCAP00000000000000000001749

Chacón. No por eso cejó en su empeño, que le valió una respetable colecta de dinero. Pero como a las siete de la tarde del mismo día nueve, una turbamulta de 2.000 hom- bres armados invadió la plaza principal con suma algazara y gritería de «¡Muera este perro ladrón! ¡Viva el rey de Vé- lez, D. Alvaro Chacón, alférez real!». Cuando Machimbarre- na los vio encaminarse hacia su domicilio, corrió a refu- giarse en el convento de San Francisco. En su carta al virrey Eslava, acusó Machimbarrena a los dos alcaldes como promotores del tumulto, al que se asoció Alvaro Chacón, que oía complacido las aclamacio- nes del populacho. Dispuso el primer mandatario que se les tomara decla- ración «en persona, en la cárcel y no por procurador». Y que una vez practicadas las diligencias judiciales, procura- sen los oidores de la real audiencia «con la mayor sagaci- dad» encaminarlos a Cartagena, para vindicarse ante su per- sona de los excesos cometidos. Hay quien opina que nació aquella sedición de la anti- patía contra la persona de Machimbarrena, tal vez por cier- tas medidas disciplinarias, como la prohibición del juego de dados. Otros, y con ellos parece conformarse el virrey, señalan como causa la reiteración en tan breve plazo de nueva demanda de préstamos voluntarios, requeridos por real cédula de 20 de diciembre de 1736. Algo debieron de temerse los oidores que, a la primera indicación de Eslava, respondieron se recabasen los fondos, por vía de préstamo reembolsable (como eran todos los llamados voluntarios) de los vecinos de Cartagena, y de los comerciantes españoles llegados en los galeones. Con- testa S.E. que con los primeros se estaban haciendo las mayores diligencias, lo mismo que con los vecinos de Mom pox; y que a los comerciantes españoles, que habían hecho ya su donativo a la marina, nadie, sin orden expresa de S. M., podía obligar a ese género de contribución. Alcanzó lo recaudado sus 20.000 pesos, que se comple- taron con un suplemento espontáneo de 2.000 cargas de harina en flor, sin afrecho, que la real audiencia remitió a Cartagena desde el puerto (fluvial) de Honda. Eslava no quedó satisfecho, aunque elogió la contribución popular. ATAQUE Y DEFENSA DE CARTAGENA Aunque mucho se había afanado Blas de Lezo, estaba por completarse la reparación de murallas, fajinas, casti- llos (principalmente los de San Luis de Bocachica, con su contraescarpa, y el de San Felipe de Barajas o San Lázaro con sus tres medios baluartes y su hornabeque) y la do- tación artillera Se calculaban los hombres de armas en 6.000, de los cuales 2.500 veteranos, 1.800 expertos mari- nos y el resto nativos y peninsulares, libres o contrata- dos, pardos e indios. La población de Cartagena, a la que podrían confiarse ciertos servicios auxiliares, frisaba en unos 20.000 habitantes de todo sexo, edad y condición. No se tuvo noticia de una sola deserción o cobardía. Regía todo el sistema defensivo una corona de 200 ca- ñones. Afirma el historiador inglés Coxe, que con tales me- dios podía aguantarse la embestida de un ejército de 40.000 e Mi

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz