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nueta que se reorganizara la Expedición botánica, dirigida con tanto éxito hasta entonces por su creador Celestino Mu- tis, y acogió y recomendó al célebre explorador y naturalista Alejandro Humboldt. Formaron parte de la nueva expedición, con el colombia- no don Francisco José Caldas, el cura párroco de Bucara- manga, don Eloy Valenzuela, ilustre herbolario; el prócer Jor- ge Tadeo Lozano, autor de «La fauna cundinamarquesa» y tuturo caudillo autonomista; el matemático y naturalista don Francisco Zea, asociado asimismo a la historia de la inde- pendencia de Nueva Granada, al flanco de Simón Bolívar; un nuevo equipo de dibujantes dirigidos por Rizzo y Matiz, más otro formado por un astrónomo, un matemático y un geógrafo. El barón de Humboldt, pasmado ante el esfuerzo realizado por la corte española para la exploración y cono- cimiento de la geología, botánica, zoología y etnología de nuestros dominios americanos, no escatima sus elogios, es- pecialmente por lo que se refiere a los estudios realizados en la flora americana: «Ningún gobierno europeo ha sacri- ficado sumas tan considerables como el español para fo- mentar el conocimiento de los vegetales. Tres expediciones botánicas, la de Perú dirigida por Ruiz y Pavón, la de Nue- va Granada por don Celestino Mutis y la de Nueva España por Sessé y Mociño, han costado al tesoro al pie de cua- trocientos mil pesos» (A. de Humboldt). Humboldt y su compañero el francés Bonpland cambiaron de ruta al llegar a las Indias, no más que por deferencia con el sabio gaditano Mutis, que, desde Santa Fe, continua- ba dirigiendo y clasificando los hallazgos de los expedicio- narios de Nueva Granada. Humboldt quedó asombrado de la obra gigantesca de aquel sacerdote, cuyo nombre, según Linneo, no acertarán a borrar los tiempos: «Nomen inmor- tale, quod nulla aetas numquam delebit». Regalóle Mutis algunas láminas preciosísimas, de las tres mil y más que a la sazón formaban su tesoro. A su muerte pasaban de seis mil, la mayor parte a todo color. Se conservan en el Jardín Botánico de Madrid. Desde hace unos años España y Colombia, por acuerdo entre sus gobiernos, están publican- do conjuntamente la obra en facsímil; comprenderá 54 vo- lúmenes en formato gigante. La remesa que de dichas lá- minas y de las notas y apuntes de Mutis hizo a España en 1817 el general Morillo, junto con varias colecciones de minerales y plantas, constaba de no menos de cien gran- des cajas. Admiraron Humboldt y Bonpland la sorprendente indus- tria con que Francisco José Caldas, astrónomo insigne, cons- truyó un gnomon y un cuadrante solar para el observatorio de Santa Fe. Por iniciativa de Mutis y a sus expensas y con el apoyo de Mendinueta y de su gobierno, erigióse «este primer templo de Urania, en el Nuevo Continente» entre el 24 de mayo de 1802 y el 20 de agosto de 1803. Fue su arquitecto el lego capuchino fray Diego Domínguez Pétrez, autor asimismo de los planos de la catedral primada de Bogotá. Es el más antiguo observatorio astronómico de la América Latina. Carlos IV lo enriqueció con valiosos ins- trumentos de observación y de medida. Edificio octogonal, elogiado por su solidez y su belleza, conservado como cu- riosidad histórica y arquitectónica. Humboldt y Bonpland se despidieron de Mendinueta rum- bo al Ecuador y Lima. En su varia correspondencia no cesan de elogiar al virrey, tanto por la buena acogida que les ha- bía dispensado como por las cartas de recomendación que les entregó para las diversas autoridades coloniales. Era a Mi

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